EL TECHO DE GASTO PARA TODAS LAS ADMINISTRACIONES

El plan antimunicipalista de Montoro

El ministro de Hacieda sabe que desde el nuevo municipalismo se puede construir una alternativa a la austeridad y el neoliberalismo que ponga a las personas en el centro de sus políticas

Cristóbal Montoro

Cristóbal Montoro / periodico

IOLANDA FRESNILLO

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Estos días estamos viendo cómo Cristóbal Montoro está presionando a ayuntamientos para que cumplan con el techo de gasto. En Madrid el concejal de economía, Carlos Sanchez Mato, ha propuesto desobedecer esa norma, aunque le ha desautorizado la alcaldesa Manuela Carmena. Muchos otros desde los municipios se unen a la crítica de la norma del límite del gasto. norma del límite del gasto.¿Qué hay detrás de ese 'techo de gasto' que tanto dolor de cabeza da a muchos ayuntamientos?

Todo empezó en 2011. Concretamente el 23 de agosto de 2011. El entonces presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, promulgó una reforma exprés de la Constituciónque blindaba el pago de la deuda por encima de cualquier otro gasto. Una reforma votada por PSOE y PP. A partir de entonces, no solo el Gobierno central, sino también las comunidades autónomas y ayuntamientos quedaban bajo la doctrina de la estabilidad presupuestaria. Es decir, quedaban obligadas a controlar déficits y pagar la deuda por encima de todo.

La doctrina 'austericida' de la troika se convertía en ley. Concretamente en la ley de estabilidad presupuestaria y sostenibilidad financiera y la ley de racionalización y sostenibilidad de la Administración local, con las que Montoro desarrollaría el artículo 135 de la constitución. Ambas constituyen un insufrible corsé legislativo a la autonomía y la soberanía municipal. Es por la ley de estabilidad presupuestaria que el Gobierno central fija cada año el "techo de gasto", es decir, limita lo que se pueden gastar las administraciones públicas cada año.

EL NUEVO MUNICIPALISMO

En algunos ayuntamientos, una gestión eficiente, intentando no desatender las necesidades sociales, sin gastos superfluos y personales, sin inversiones en infraestructuras grandilocuentes e inútiles, y sin endeudamientos sin sentido, ha llevado al nuevo municipalismo a obtener resultados muy positivos. Tienen superàvit. Están reduciendo la deuda. Pagan a los proveedores a tiempo. Y aumentan el gasto social.

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Pero esa buena gestión queda bloqueada por el techo de gasto (entre otras reglas 'made in Montoro'). No pueden destinar el superávit obtenido a lo que valoren más necesario. Montoro permite como mucho destinar una parte a inversiones financieramente sostenibles, una lista limitada de inversiones posibles. Es decir, si un ayuntamiento supera con sus ingresos ese límite de gasto, no puede destinar ese excedente a construir una guardería o un centro de atención a gente mayor. Ese dinero se debe destinar a avanzar pago de la deuda. Gobiernos municipales como el de Madrid, Valencia o Badalona, que heredaron del PP deudas de origen a menudo cuestionable, están ahora pagando esas deudas ilegítimas de forma avanzada.

Ante ello, algunos ayuntamientos se plantean la desobediencia del techo de gasto como la única opción legítima para situar a las personas por delante de los acreedores. Y ante estos Montoro tiene un plan. Un plan contra todo aquel que ose contradecir y desobedecer la doctrina de la austeridad. Un plan para evitar que los ayuntamientos en manos de un nuevo municipalismo, aquello que algunas han llamado “ayuntamientos del cambio”, demuestren que sí se puede hacer una gestión y una política municipal que ponga a las personas en el centro, sin incurrir en gastos insostenibles y deudas ilegítimas. Montoro tiene un plan antimunicipalista porque sabe que desde el municipalismo se puede construir una alternativa a la austeridad y el neoliberalismo.