Dos miradas

Un pellizquito

EMMA RIVEROLA

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«Morir por Alá es como un pellizquito», le dijo un yihadista a otro para insuflarse ánimos. La afirmación pueril se extiende tratando de despojar la muerte de todo dolor, minimizándola hasta convertir la lucha en Siria en una suerte de aventura a la que están llamados. El diálogo forma parte de las conversaciones publicadas del sumario de la 'operación Caronte', que permitió a los Mossos desmantelar una célula yihadista. Sorprende en algunas de ellas la simplicidad del pensamiento, incluso la ingenuidad, si ese nombre puede usarse a quien dedica su ocio a contemplar decapitaciones y está dispuesto a matar. Sorprende cómo los caminos del mal pueden ser tan sencillos, tan poco elaborados. Alimentados por una insatisfacción que ni siquiera parece desesperadamente pesada ni traumática. Un descontento, sí. Un desarraigo, también.

«No sé, a mí se me va la cabeza, me cojo mis cosas y me tiro para Siria...». Así de fácil, la respuesta a todos los problemas, la huida de una realidad que les descorazona. Un mecanismo no muy distinto del que lleva a tantos a hacer las maletas y tratar de buscarse la vida en otro país. Un resorte también similar a quien lucha por un cambio de sistema. La diferencia, la gran, insalvable y terrible diferencia, es que los yihadistas cimentan su fantasía en una barbarie de sangre e ignorancia. Eso sí, sin grandes dramatismos. Total, la muerte es «como la picada de una abeja».