Editoriales

Más argumentos contra la pena de muerte

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Razones para rechazar la pena capital las hay a montones. La vida es un derecho fundamental básico y, por grave que haya sido el delito cometido por el condenado, ningún Estado puede arrogarse el derecho de eliminarla. Se ha demostrado hasta la saciedad que no es ejemplar. Más que justicia, que es lo que alegan sus defensores, es una venganza e impide la rehabilitación del delincuente. La frecuente demostración de errores judiciales, y más ahora, cuando los forenses disponen de instrumentos de gran fiabilidad como el ADN, es otro motivo claro de orden práctico contra la pena capital. Pese a estos argumentos, EEUU sigue  siendo el único país de toda América donde se sigue ejecutando -aunque bien es cierto que no en todos los estados-, y en las estadísticas internacionales aparece junto a Irán, Irak o Arabia Saudí, lo que ya debería ser razón más que suficiente para querer salir corriendo de esta siniestra liga. Ahora, los abolicionistas tienen un nuevo argumento en contra. El fallo en la administración de la inyección letal a un preso en Oklahoma, lo que hizo que agonizara durante 43 minutos, ha abierto un debate sobre este tipo de ejecuciones, que registran un elevado número de errores. El método es todavía más inicuo cuando se están utilizando drogas experimentales facilitadas por proveedores secretos y administradas por personal no preparado para ello. Se anuncia una revisión  del método, pero lo único realmente valioso sería la abolición de la pena capital.