El lazo de la memoria

Hay días que te acuerdas. Y otros… no te acuerdas de nada, reconoceÁngeles Fernández.Y ese acordarse es volver a un pasado de sirenas, bombas y dolores de barriga. Retroceder a unos días en que, aferrada de la mano de su madre y de sus hermanas, huyó de un Irun vencido y llegó como refugiada al estadio de Montjuïc. Acordarse es reconocerse, de un modo inesperado, en un rostro de niña, en una fotografía que permaneció dormida durante décadas en una caja de cartón, lamaleta mexicana,cientos de imágenes de la guerra civil española que se daban por perdidas y que reaparecieron en 1995.

Fernández, con sus cansadas pupilas de 86 años, se reencuentra en la mirada de una niña que posa rodeada de otros rostros, cada uno con una historia. ¿Qué fue de ellos? La iniciativa de EL PERIÓDICO y el MNAC para localizar a los niños de la guerra pretende poner palabras a esas miradas. La historia escrita a partir de los detalles, de esas ínfimas anécdotas que nos sitúan en un momento. Como ese día que relataFernández, cuando con otros niños se escapó del estadio y se acercó al vecino Palau Nacional. Ufanos al creer haber descubierto unos sacos de harina, consiguieron arrastrar su preciado tesoro hasta el refugio. ¡Y era yeso!, evocaFernándezentre risas. Y esa risa contagiosa traza un lazo entre el pasado y el presente. Un lazo ingenuo como un niño. Necesario como la memoria.