Opinión | Editorial

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La imprecisa huelga de los controladores

La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.

Veinticuatro horas después de que los controladores aéreos votaran ir a la huelga contra los planes del Ministerio de Fomento y de AENA, la dirección del sindicato de estos técnicos prefiere no precisar el día o los días del paro, que será poco después del 16, las fechas centrales del principal mes de vacaciones.

Tras emplazar al ministerio a que haga un gesto de aproximación, los propios portavoces sindicales subrayaron ayer las graves consecuencias de su protesta para la economía del país y para los usuarios del transporte aéreo, lo que no se sabe muy bien si es una nueva amenaza o una reflexión en voz alta sobre la difícil situación a la que, según ellos, se ven abocados. El interés del Gobierno por acabar con sus privilegios desencadenó el conflicto. Tanto el ajuste salarial de principios de año como la intención de Fomento de recurrir a los controladores militares, más la regulación de horarios vía decreto, han encendido los ánimos. A la pandemia de estrés que provocó la baja laboral colectiva de hace unos días le sigue ahora la convocatoria de una huelga que no acaba de precisarse porque cuanto más tarden en fijar los días, sus efectos serán más duros tanto para las compañías aéreas como para los hoteleros y para los ciudadanos. Ese es el efecto real, que desmiente las candorosas declaraciones de los controladores de que no quieren perjudicar a nadie, trasladando la responsabilidad al ministerio.

Como ya ocurrió con el paro de funcionarios de hace dos meses, el Gobierno debería establecer unos servicios mínimos suficientes, sobre todo en los aeropuertos que cubren rutas sin transporte alternativo. Si no quiere llegar a ese extremo, y a fin de no dilatar la incertidumbre de quienes han pagado ya sus billetes, debería emitir un laudo que no anule todas las aspiraciones de los controladores, pero que tampoco implique renunciar a su equiparación con el resto de Europa. Tener un sueldo millonario no es delito, pero en este caso sabemos que han mantenido su estatus gracias al chantaje al que sometían a AENA, una situación con la que Fomento quiere y debe acabar. Lo más intolerable, en cualquier caso, es que los controladores se defiendan tomando como rehenes a miles de personas que tratan de disfrutar de sus vacaciones.