CRÓNICA
Primavera Club, un fin de fiesta psicodélico y multicolor
El misterioso grupo Superorganism convence con una actuación inspirada a todos los niveles
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
Juan Manuel Freire
Había cierta expectación alrededor de la actuación final de este Primavera Club: la de Superorganism, un colectivo internacional basado en Londres, con joven cantante japonesa, que ha pasado en poco tiempo de entidad misteriosa a fichaje del potente sello Domino para todo el mundo y grupo del que todo el mundo habla. Por una vez al menos, hay motivos para el 'hype'.
De entrada, Superorganism reconocen el potencial fantasioso del pop (demasiadas pocas veces explotado) con una puesta en escena en la que grupo, atrezo y visuales se funden en uno. Nada se deja al azar. La líder Orono aparece con camiseta de '¿Dónde esta Wally?' y gafas de 3D de vieja escuela, acompañada por tres coristas con chubasqueros de colores vivos. En el imposible collage de los visuales caben aparentes recuerdos personales, hipopótamos que cantan y ranas que croan y gambas de las que el grupo asegura es mejor no fiarse. ¿The Flaming Lips Jr.? Algo así.
El sonido del grupo es convenientemente tridimensional: una explosión de electro-pop psicodélico con extra de 'samples' (The Avalanches no quedan lejos) que tiene como principal gancho las voces perezosas de Orono, deudoras del primer Beck. Las canciones ya conocidas funcionan (sobre todo 'Nobody cares'), pero lo mejor de todo es que las inéditas son todavía mejores: la que parece llamarse igual que el grupo huele a 'hit' de los festivales de primavera-verano del 2018.
Broche de oro
Fue un broche de oro para el festival y para una jornada que había arrancado más cabizbaja. Las bandas locales Keems e Intana instalaron una cierta melancolía a través de 'shoegazing' dramático y pop lánguido a lo Mazzy Star, respectivamente. En contraste, los escoceses Happy Meals defendieron las virtudes del hedonismo con una ración de italo-disco cósmico que tuvo su cénit en 'If you want me now', en la que pudimos ver a la cantante Suzanne Rodden subirse a una barra y dejarse atusar la melena por una salida de aire acondicionado.
También épicos pero algo más contenidos, Low Island exhibieron pericia instrumental y expresividad escénica en su defensa de un repertorio bajo la clara influencia de Wild Beasts, Radiohead o los Foals menos agresivos. Para agresividad (positiva) la de Cocaine Piss, grupo punk belga con una líder, Aurélie Poppins, incapaz de mantener la compostura: estrujones dolorosos de seno, pogos entre el público, el grito como único registro vocal… Hay que descartar cualquier posible parentesco de Aurélie con la Poppins más célebre.
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