CRÓNICA DE MÚSICA
Bon Iver, la emoción de la búsqueda
En directo, el repertorio de '22, a million' adquiere una fuerza imposible de ignorar
Juan Manuel Freire
Periodista
Periodista y crítico cultural.
JUAN MANUEL FREIRE / BARCELONA
Con el reciente '22, a million' (2016), Justin Vernon, líder del proyecto <strong>Bon Iver</strong>, se ha querido alejar considerablemente de la imagen de Cantautor de la Cabaña y los sonidos folk renovados para ir más allá en su afán experimental. Había curiosidad por saber cómo funcionaría en directo un repertorio cargado de esquinas extrañas, con melodías atonales entonadas por una voz procesada electrónicamente hasta el delirio.
Vernon parece convencido del giro: en su directo del jueves en el escenario Heineken empezó encadenando los seis primeros temas del álbum, saltando '22 over soon' a la percutiva '10 death breast', de la superposición de capas vocales a lo Imogen Heap de '715 – CRΣΣKS' a la compleja visceralidad de '33 GOD', en la que Vernon parece poseído por el desgarrador Kanye West de 'Yeezus'; es decir, entre el par de amigos la influencia va en ambas direcciones. En directo, estas canciones esquivas adquieren una fuerza imposible de ignorar, de ahí que a pesar de la masificación el silencio fuera sepulcral.
El 'country fumeta', en definición de Vernon, de '29 #Strafford apts' rebajó ligeramente la tensión pero todavía intrigó, igual que todos esos visuales con símbolos y jeroglíficos creados con el artista Eric Timothy Carlson. Bon Iver es, debe quedar claro, un trabajo en grupo, en el que importa tanto la figura de Vernon como todo su círculo, empezando por una banda sutilmente apabullante. A la altura de '45', el batería Sean Carey levantó aplausos entregados con sus segundas voces. Y la sección de vientos nutrió toda la actuación de arreglos más allá de lo puramente ornamental.
Quien fuera a escuchar el repertorio del Bon Iver 'old school' tampoco quedaría defraudado: 'Beach baby' inició una senda de rescates que seguiría con 'Brackett, WI' y, algo después, referencias necesarias a 'Bon Iver' (2011) y el revelador 'For Emma, forever ago' (2007), como esa 'Creature fear' en forma de clímax tenso, ruidoso, finalmente estratosférico. Entre medias del despliegue de clásicos, algún mensaje tan inspirador como la propia música: "La avaricia viene del miedo a la muerte y a que se olviden de nosotros", dijo este hombre no poco filosófico. Y concluyó: "El poder de nuestra insignificancia es uno de nuestros mayores activos".
El epílogo mostró a Vernon volviendo, solo por un instante, a su cabaña perdida en el noroeste de Wisconsin para tocar 'Skinny love' como si fuera la primera vez. Letal.
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