Sum 41, la resurrección

La banda canadiense reapareció, tras las crisis de salud de su líder, Deryck Whibley, provistos de sus hitos pop punk en un Razzmatazz lleno

Concierto de Sum 41 en la sala Razzmatazz.

Concierto de Sum 41 en la sala Razzmatazz. / periodico

JORDI BIANCIOTTO / BARCELONA

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Sum 41 es una de esas bandas que alrededor del 2000 se acogieron con éxito al pop punk a la americana, teorizado primero por Green Day y explotado luego por Blink-182. La sorpresa es que estos canadienses sigan llenando recintos como Razzmatazz, que este lunes lució la leyenda de “entradas agotadas” unos 15 años después de que el fenómeno viviera su pico de popularidad.

Público de aquella generación y también mucho más joven en la sala. Sum 41 se esmeró en satisfacer a sus fans, a los que el famoso cantante del grupo, Deryck Whibley, exmarido de Avril Lavigne y exnovio de Paris Hilton, se dirigió con la cariñosa denominación de “motherfuckers”. Whibley se mostró comunicativo, enérgico, como si hubera resucitado. No es una nota metafórica: un fallo de riñones e hígado con coma inducido, consecuencia de su alto consumo de alcohol, casi se lo lleva por delante hace dos años y medio, y el nuevo disco, ’13 Voices’, incluye guiños a la muerte y la vuelta a la vida en canciones, que sonaron en Razzmatazz, como ‘Goddamn I’m dead again’ y ‘Fake my own death’.

GUIÑOS METÁLICOS

Pero Sum 41 no es una banda ni gótica ni ‘emo’ y su concierto fue una sucesión de estribillos pop con guitarras airadas, la mayoría a una notable velocidad y aupados por el canto popular, desde la también nueva ‘A murder of crows’, que abrió la noche, hasta repescas de ‘The hell song’, ‘Underclass hero’ y ‘Motivation’. Con canciones que contienen cambios bruscos, del lirismo melódico a la aceleración extrema (‘Screaming bloody murder’, ‘We’re all to blame’), y homenajes al heavy metal: ciertos solos del guitarrista Dave Baksh y ese fragmento instrumental de ‘Hot for teacher’, de Van Halen.

Todo ello, buscando el contacto con el público y con sentido del espectáculo: Whibley, cantando ‘Makes no difference’ desde la pista y un enorme esqueleto emergiendo desde detrás de la batería, cual gag metálico ‘maideniano’, en ‘No reason’. Los hitos de la primera época quedaban para la traca final y, tras un ‘We will rock you’, de Queen, a toda velocidad, fueron cayendo ‘Still waiting’, ‘In too deep’ y ‘Fat lip’, acogidos por los fans en Razzmatazz como los himnos de su vida.