Bebida y escritura, un binomio entre la creación y la destrucción

Letras y copas, la fórmula de Kingsley Amis

'Sobrebeber', un destilado de artículos alrededor de la bebida escrito por uno de los grandes humoristas ingleses, sirve para revisar la relación entre la literatura y el alcohol

Letras y copas La fórmula de Kingsley Amis_MEDIA_1

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ELENA HEVIA / Barcelona

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Kingsley Amis (Londres, 1922-1995), padre de Martin Amis, fue uno de los más grandes humoristas británicos -una raza de escritores aparte- del pasado siglo. Azote de todo aquel que no comulgara con sus ideas y gustos -incluyendo a su hijo, de quien, cicatero, aseguraba haber leido únicamente una sola novela- y uno de los espíritus más ingeniosos de su país, que en ese terreno no ha andado sobrado de ellos. También fue un renombrado amante de la bebida y un más que generoso anfitrión. A su segunda esposa, la escritora Elizabeth Jane Howard -recientemente fallecida- solían llamarla Meeting Jane, por su afición a organizar cenas. Así que a nadie extrañará el alto contenido alcohólico de Sobrebeber (Malpaso), un jalón importante en la bibliografía sobre el tema. El volumen que recoge los artículos que el autor publicó en la prensa entre 1970 y 1984 es una de las más desembozadas e irreverentes elegías sobre la bebida, desde los tiempos de Catulo. ¿Hace falta decirlo? Amis senior jamás cultivó la corrección política, de ahí la mala baba y la chispa de sus escritos.

No todo fue brillo. En las memorias de Martin Amis, Experiencia, se relata la decadencia de su padre. Gordo, abotargado por el alcohol, abandonado por su más que harta segunda esposa, se convirtió en lo que más odiaba cuando escribió estos chispeantes artículos, un bebedor solitario y autodestructivo. No es imprescindible conocer esa cara oscura para paladear este libro, pero sí es un contrapunto a su imagen previa de brillante bebedor social, en sintonía con su tiempo. Y es que en los divertidos 70 el alcohol todavía no era considerado anatema.

Sobrebeber reúne de hecho tres libros, Sobre el beber, El trago nuestro de cada día y El estado de tu copa, un cúmulo de erudición sobre la etiqueta, la historia, la costumbres sociales y los aspectos más prácticos del asunto: fórmulas para cócteles, utensilios o, muy importante tratándose de un caballero inglés -y a Kingsley la reina llegó a nombrarle sir-, cómo combatir las resacas. Suele decirse que la resaca que aparece en su novela, La suerte de Jim, es uno de las más memorables de la literatura beoda. Como muestra de su gracejo, Amis ofrece dos consejos para ese delicado estado a cual más tronchante: «Baja a la mina de carbón en el turno de madrugada» y «Date una vuelta en una avioneta abierta, aunque no hace falta que te diga que el piloto no debe tener resaca». Además establece la diferencia entre resaca física y resaca metafísica y para ésta última, sugiere la lectura de Un día en la vida de Iván Dénisov de Solzhenitsyn. ¿Quien puede autocompadecerse ante las penurias de un campo de concentración soviético?

CERVECERO / No es sir Kingsley Amis un bebedor refinado. No le gusta especialmente el vino por el esnobismo que acompaña a sus estrictas reglas, también considera que el champán está sobrevalorado. Lo suyo es la plebeya cerveza y especialmente los licores. Buena parte del libro es un divertido recetario de sus cócteles, algunos de creación propia, como el Lucky Jim, o de su esposa, y algunos mejunjes inclasificables como el Bisonte polaco -que incluye Bovril, pimienta y vodka- o el ron caliente con mantequilla del que otro experto sobre el tema aseguró: «El hecho de que alguien pueda consumir algo así por placer escapa a mi entendimiento».

El también desaparecido Christopher Hitchens, otro gran heterodoxo, firma el cariñoso prólogo y precisa que aunque a Amis padre iba al grano cuando pedía una copa, entendía perfectamente lo que James Bond -una de las grandes pasiones de Kingsley, que llegó a escribir dos secuelas de 007- intentaba trasmitir al camarero con el «mezclado, no agitado» de rigor. Era sencillamente un aviso para evitar el garrafón.

Kingsley seduce por sus ocurrencias como cuando asegura que un bebedor que se precie debe tener un frigorífico solo para él. «La mujer y los demás parientes siempre están llenado la nevera, que consideran suya, incluso el congelador, de porquerías irrelevantes como la comida, sin ir más lejos». Sí, hay que decirlo, Amis padre es un poquito misógino y entre las perlas que va soltando en su libro está la costumbre, que él relaciona con «cierta clase de mujeres», de pedir una inoportuna copa de vino blanco en las fiestas, la única bebida que no está en bandeja ni en el carrito, sino en la lejana nevera.

Tampoco tienen desperdicio los consejos para adelgazar sin reducir la ingesta etílica, la decadencia de los pups -que en los 70 empezaron a llenarse de odiadas familias-, su poca afición por el vino español -no lo quiere ni en la sangría-. Y también intenta demostrar, sin éxito, que sabe lo que hay que hacer para dejar de beber. «En fin, si queréis portaros y sentiros mejor, el único método infalible es beber menos. Pero para descubrir cómo se hace, deberéis encontrar a un experto más experto de lo que yo nunca llegaré a ser».