El adiós de un superviviente

Un testigo tozudo

Comprometido 8 Jorge Semprún, en Barcelona, en el 2008.

Comprometido 8 Jorge Semprún, en Barcelona, en el 2008.

PERE Vilanova

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Uno lee todo lo que se está publicando estos días en torno a la muerte de Jorge Semprún y se queda con una sensación paradójica, aunque a Jorge le gustaban las paradojas: ¿es posible decir o escribir algo más (sobre todo, dicho y escrito por gente de talento y que ha conocido a Jorge Semprún durante décadas)? Y a la vez, queda tanto por decir. Cada cual aportará -o se guardará para sí- su visión, su recuerdo, sus anécdotas relativas a tan singular personaje, y es legítimo hacerlo, porque personajes así son patrimonio -literalmente- del género humano, de la memoria colectiva.

En 1973, en mi caso, conocer finalmente en París a Jorge Semprún era la culminación de una larga expectativa (bueno, no muy larga, yo tenía 23 años) ligada a dos o tres cosas. Era conocer al superviviente de Buchenwald -matrícula 44.904-, al dirigente comunista clandestino que la Brigada Político-Social de Franco no pudo cazar, al hereje-cargado de razón (con su viejo amigo Fernando Claudín) expulsado del Partido Comunista en 1965, y ya puestos, al audaz guionista que con su viejo compinche Costa Gavras se atrevió a encarrilar una tras otra dos películas extraordinarias:Zeta, denuncia de la dictadura de los coroneles griegos, yLa confesión, denuncia de los siniestros procesos estalinistas. No se crean, en aquellos años, ser de izquierdas y denunciar ambas dictaduras no era fácil, y así les fue en ciertos círculos sociales, políticos e ideológicos tan selectos como sectarios. Pero creo que sin ser conscientes de ello, Semprún y Costa Gavras reivindicaban una noble (y escueta) estirpe de intelectuales tozudos, empeñados en decir lo que pensaban y pensar lo que hacían, como Koestler, Orwell o Camus.

Recuerdo de la guerra civil

Hubo otra película, hoy olvidada (y de la que quedan que yo sepa dos copias mal conservadas: ministra Sinde, hágase con ellas y restáurelas):Las dos memorias, basada en el recuerdo de la guerra civil y el exilio por parte de quienes lo vivieron en primera persona y, tan importante si cabe, por parte de sus hijos e hijas. Era larga, aunque amigos cineastas de talento como Alain Resnais y Chris Marker le ayudaron a pulirla, y ahora que está de moda ese persistente revisionismo histórico sobre los últimos años del franquismo y la transición, vale la pena recuperarla. ¿Por qué? Para nuestra memoria y la de los que vienen detrás. La memoria preocupaba a Jorge (la suya fue prodigiosa hasta el final), y su última visita al campo de Buchenwald en el 2010 (donde anunció que esa era la última) le llevó a escribir esa frase: «En este antiguo campo de concentración nazi convertido en prisión estalinista es donde debemos celebrar la Europa democrática, contra todas las amnesias».

Hay individuos que tienen el privilegio de vivir y cruzar su siglo con tanta vitalidad como talento, y con tanta tenacidad como valentía. Pasó mucho tiempo en manos de la Gestapo, no habló, y tenía diecinueve años y medio; pasó luego mucho más tiempo en el campo nazi de Buchenwald, y no cedió; y el día que liberaron el campo, con veintún años y medio, se sumó a la columna de supervivientes que partió sin más hacia el frente, para asombro de las tropas aliadas de Patton. Sus harapos llevaban laSde «Rojo Español» (un halago, frente a los SS). Tenía a su cargo elpanzerfaust, es decir el bazuca robado a los alemanes, y testigos presentes le describen -a él y sus compañeros- como sonrientes. Hay que leer su obra, escrita en francés (sobre todo), en castellano (buena parte) y en alemán (ocasionalmente), por lo que dice y por cómo lo dice. Ha cruzado el siglo de modo fulgurante, gente como él rehabilita al género humano, que bien necesitado anda de rehabilitación.