CRÓNICA

Resistente Siegfried

Stefan Vinke superó el reto de cantar dos funciones seguidas de la ópera

Lance Ryan, como Sigfried, en el ensayo general de la ópera.

Lance Ryan, como Sigfried, en el ensayo general de la ópera.

CÉSAR LÓPEZ ROSELL
BARCELONA

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Sobresalto inicial. La directora artística del Liceu, Christina Scheppelmann, en un inteligente gesto hasta ahora inédito, anunció el miércoles el cambio de protagonista de la primera de las siete funciones de Siegfried, segunda jornada de la Tetralogía de Wagner. Lance Ryan, afectado por un virus gripal, esperó hasta última hora para medir sus posibilidades de llegar al final del extenuante rol, pero renunció a asumir el riesgo. La sustitución por Stefan Vinke, que encabeza el segundo reparto y repitió con solo un día de descanso en la cita de ayer, era una papeleta. Afortunadamente el tenor alemán disipó pronto las dudas ofreciendo una más que convincente actuación.

CONVICCIÓN Y AUDACIA / Vinke fue de menos a más. El cantante se enfrentó a su papel con una convicción y audacia que le honran. Con un consistente centro y buenos pero mejorables agudos dio con la tecla dramática del ingenuo y salvaje héroe sin miedo que debe redimir al mundo del corrompido poder del anillo. Y, por si fuera poco, llegó fresco a la explosión lírica y sensual del dúo final. Su generosa entrega fue aclamada por el público, que reconoció también el buen nivel general del reparto.

Albert Dohmen, en el papel de El Caminante/Wotan fue uno de los  protagonistas de la noche. El bajo-barítono fue el intérprete que más se acercó al perfil psicológico de su personaje, el de un dios en horas bajas, exhausto y consciente de que ha perdido su poder. Bordó las escenas con el manipulador y codicioso enano Mime (un gran Peter Bronde) y, sobre todo, la de su reencuentro con la diosa Erda (magnífica Ewa Podles).

Iréne Theorin volvió a deslumbrar como Brúnnhilde. El despertar de la valquiria, después de cruzar Siegfried el círculo de fuego donde estaba encerrada a la espera de la llegada del héroe que descubre el amor, fue servido con una mayúscula expresividad dramática y un canto pletórico de lirismo, con unos sublimes pianísimos. Bien Jochen Shmeckenbecher como Alberich,  y correctos Andreas Hörl como el gigante/dragón Fafner y Cristina Toledo interpretando el sonido del pájaro en el bosque.

La orquesta del Liceu subió escalones con relación a sus prestaciones en el prólogo de El oro del Rin y con La valquiria. La dirección de Pons fue atinada, consiguiendo una notable homogeneidad sonora. La formación estuvo brillante en los pasajes más delicados, con algunos buenos momentos de los solistas.

El montaje de Carsen, de estética Blade Runner, mantuvo la línea de anteriores entregas. Desoladores escenarios como el de la destartalada caravana-residencia de Mime y Siegfried, el bosque de árboles quemados y el abandonado palacio de Wotan crean el ambiente del planeta destruido en el que se desarrolla la acción. Una producción muy recomendable.