CRÓNICA

Bajo la sombra de Goerne

Una Núria Rial fuera de repertorio defendió un variado programa de 'lied'

Núria Rial durante el recital, el domingo en la Schubertíada de Vilabertran.

Núria Rial durante el recital, el domingo en la Schubertíada de Vilabertran.

CÉSAR LÓPEZ ROSELL
VILABERTRAN

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La sombra de Matthias Goerne es alargada. Y a la exquisita Núria Rial, una de nuestras sopranos más reconocidas en el repertorio barroco y renacentista, le correspondió actuar el domingo en la Schubertíada entre dos conciertos del genio del lied. Todavía sacudidos por la carga emocional de las primeras apariciones del barítono, la manresana se enfrentó a la papeleta de mantener el nivel expresivo en un género que no es propiamente el suyo.

La voz cristalina de Rial, de refinado fraseo y bella musicalidad, encontró fácil acomodo en un espacio como el de la canónica de Vilabertran.  A la cantante le van como anillo al dedo las distancias cortas, pero fuera de su repertorio le costó conseguir la dramatización de los 12 lieder de Schumann, creados a partir de los románticos poemas de  Von Eichendorff. El elegante canto de Rial sonaba algo plano porque le faltaba encender la mecha de la intensidad liederística, hecho en el que puso especial empeño su acompañante, el pianista Francisco Poyato.

Fue con Zemlinsky donde se mostró más suelta. Las seis canciones en forma de vals surgidas de los poemas de Gregorivus fueron interpretadas con gracia y sensibilidad, antes de regresar a Schumann y el ciclo de siete lieder sobre textos de la poetisa Elisabeth Kulmann, prematuramente desaparecida a los 17 años. Su recreación, llena de lirismo, creó un clima de mayor emotividad.

Con Alban Berg el recital regresó al siglo XX donde había llegado con Zemlinsky. Los poemas de Lena, Storm, Rilke y Schlaff, con más cuerpo descriptivo, fueron desarrollados sin contratiempos, pero donde se encontró más cómoda fue con el ciclo La rosa als llavis de Toldrà con el que la artista, que ha grabado El giravolt de maig del autor catalán, está más familiarizada. La poesía de Salvat-Papasseit empastó con la dulzura de la soprano. Dos bises premiaron la cariñosa acogida de un público que anoche despidió, desbordante de visceral entrega, a Goerne interpretando El canto del cisne de Schubert y A la amada lejana de Beethoven. Inolvidable.