tú y yo somos tres

Pollastres con salsa de percebe

FERRAN MONEGAL

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Es tanta la necesidad de material comestible que un programa diario comoEl hormiguero (Cuatro) necesita, que a veces el chef -en este casoPablo Motos- se aturrulla, liga mal la salsa de acompañamiento del pollastre, o del marisco, y el arte de la gastronomía queda reducido a pura papilla. La otra noche, por ejemplo,Pablosumergió en su caldo de hormigas a los acreditados actores de HollywoodMartin SheenyEmilio Estévez, su hijo. Esta pareja estaba por Madrid promocionando su nueva película,The way, yMotosdebió pensar: los llevo a mi programa, les preparo una salsita y... ¡listos para servir! Pero el resultado fue incomible. Los ingredientes no es que fueran de mala calidad.Quique San Francisco, sin ir más lejos, es una criatura con extraordinaria ironía que concita siempre el aplauso y el divertimento del público. No obstante, su intersección conSheeny su hijo, no funcionó en absoluto. Habían preparadoQuiqueyPabloun número circense-gastronómico, una de sus habituales espumas a base de colocar delante de sus invitados un plato de percebes recién traídos de Galicia. La broma consistía en que probasen los crustáceos mientras les advertían que lo que se estaban comiendo era el pene, el colosal falo de esta bestia tan magnífica. Y así, entre chascarrillos,PabloyQuiquepretendieron ligar una salsa de complicidad y de empatía. ¡Ah! Pero lo que vimos fue tristísimo: ni el padre ni el hijo entendieron nada en absoluto. Ponían caras raras, esbozaban alguna tibia sonrisa, forzada y postiza, se miraban con sorpresa y, en algún momento, hasta tuvimos en casa la impresión de queMartin Sheen, por dentro, se estaba diciendo a sí mismo: ¿qué diablos pintamos aquí? O sea, ¿hay que hacer estas pamemas para promocionar nuestra película? Moraleja: ha quedado demostrado que el percebe, como acompañamiento o salsa del pollastre americano, es una birria.Motosdebería haber pasado antes por la cocina de algún Kentucky Fried Chicken.

ORNITOLOGÍA.- En toda la historia de la ciencia zoológica, desdePlinio el Viejohasta nuestros días, no se conoce el caso de ningún ornitólogo que se haya puesto a pelear con el pajarraco que analiza. La bestia se agita en la jaula, gatea, picotea, se enfurece y grita. El ornitólogo se limita a mirarla con cariño y a anotar en un cuaderno los espasmos del pajarito. Es un aviso a los que, desde la tele, pretenden iniciar una guerrita.