El último tren para aprobar

Miles de alumnos de secundaria realizan hasta mañana los exámenes de septiembre

FERRAN COSCULLUELA
BARCELONA

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Hay cosas que nunca cambian y otras que van variando en función del Govern que las mira. Ayer por la mañana, ante las puertas del instituto Fort Pius de Barcelona, una adolescente instruía a un compañero sobre la mejor manera de esconder una chuleta, un clásico de la picaresca estudiantil inalterable en el tiempo. En ese caso, el reto a batir era uno de los exámenes de recuperación de septiembre, una prueba que fue reintronducida por la consellera Irene Rigau en el curso 2011-2012.

Los exámenes de septiembre fueron suprimidos en los años 90 del siglo pasado tras la llegada de la LOGSE, que dejó en manos de las comunidades autónomas la posibilidad de programarlos o no. La titular de Ensenyament rescató la recuperación como una medida para luchar contra el fracaso escolar. El curso pasado, unos 100.000 alumnos de ESO y de primero de bachillerato (de un total de 320.000) se presentaron a las pruebas. Solo se puede pasar de curso con un máximo de dos suspensos.

«Ha sido un acierto volver a darles una última oportunidad. Gracias a estos exámenes y al programa Èxit de refuerzo escolar, entre el 60% y el 65% de los alumnos con asignaturas pendientes logran recuperarlas en su totalidad o en buena parte», explica Xavier Biosca, director del instituto Fort Pius.

Refuerzo escolar

El proyecto del que habla el responsable del centro docente fue impulsado por el Consorci d'Educació de Barcelona y consiste en tres semanas de refuerzo escolar durante el mes de julio para los alumnos que se quieren preparar para septiembre, con la particularidad de que los chicos suspendidos están asesorados por estudiantes universitarios voluntarios, integrados en el llamado grupo de amics grans.

Una decena de alumnos de primero de ESO (entre 12 y 13 años) comenta la jugada en el patio del instituto tras salir de una de las pruebas. El explosivo cóctel hormonal que experimentan los adolescentes al interactuar entre sí es otra de las certezas inmutables de la historia de la humanidad. «Entrevista a este, que tuvo un accidente con el patinete y casi pierde los huevos», invita uno de sus colegas. «¿Estás impotente?», tercia entre carcajadas una amiga. «¿Que estoy qué?», pregunta Iker, intuyendo por dónde van los tiros. Poco después, separados del área de influencia de sus compañeros, los estudiantes vuelven a la normalidad.

«Tengo que recuperar cinco asignaturas [la mitad de las materias]. Nunca había suspendido tantas y creo que ha tenido mucho que ver el cambio del colegio al instituto», explica Iker, que ha pasado el verano en un pueblo de la Alpujarra (Almería), en el que estudiaba durante las horas de más calor.

Su diagnóstico es compartido por otros alumnos, como Tiare, que tiene seis asignaturas pendientes y que corrobora que, cuando hacía primaria en el colegio, estaba «más controlada». Esta adolescente de 12 años también reconoce, sin embargo, que durante el curso no puso todo lo que era necesario de su parte. «En julio estuve en el programa Èxit pero mis padres me desapuntaron porque creían que no aprovechaba el tiempo. Luego, durante el verano, ellos estuvieron muy encima y me ayudaron mucho», explica.

Laura, de 13 años, también defiende los exámenes de septiembre alegando que son la «última oportunidad» que tienen para aprobar, aunque admite que por ese mismo motivo se pasan más nervios. «Me quedaron tres y creo que he aprobado porque me he puesto las pilas», afirma convencida.