LA MAYOR LUCHA VECINAL POR LA SANIDAD PÚBLICA

Triste victoria en Bellvitge

La mudanza 8Una sala de espera del CAP La Marina, con los enseres de los encerrados a punto para ser recogidos, ayer.

La mudanza 8Una sala de espera del CAP La Marina, con los enseres de los encerrados a punto para ser recogidos, ayer.

ÀNGELS GALLARDO
BARCELONA

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La batalla más larga librada en Catalunya para impedir el cierre de uno de los centros sanitarios que cayeron fulminados por los recortes del 2011 acabó la noche del pasado martes, cuando los vecinos que desde hacía siete meses ocupaban el local -vacío de materia médica- del centro de asistencia primaria (CAP) La Marina, de Bellvitge (L'Hospitalet de Llobregat), decidieron irse.«Lo que la Generalitat tenía que ceder, ya lo ha cedido», se dijeron, victoriosos y tristes.

Como todo este combativo proceso, su final fue aprobado en asamblea por más de 300 vecinos, de una media de unos 65 años, tras haber conseguido que la Conselleria de Salut olvide sus pretensiones iniciales de instalar allí unas oficinas suyas, pero sin haber devuelto a su apreciado CAP al cuerpo médico que se fue para no volver.

Lo decidieron los mismos vecinos que durante 223 días defendieron su plaza sanitaria sin dejar solo el edificio en ningún momento, vigilantes en esas 223 noches de colchón en el suelo, tortilla de patatas compartida, debate diario y corte semanal de la Gran Via. Dispuestos a evitar que el Institut Català de la Salut (ICS), su propiertario, cambiara la cerradura. Procurando mantener un nutrido grupo de custodia constante, por si los Mossos d'Esquadra -«unos chicos amables y correctos»- irrumpían para echarlos a la calle.

Todo tiene un fin

«Salimos con la cabeza bien alta, aunque no hemos conseguido que nos devuelvan a los médicos de familia y a los especialistas», relató ayer Francisco Polonio, de 69 años, uno de los líderes del colectivo de encerrados. Han evitado que el ICS traslade al edificio de La Marina todo su aparato administrativo de L'Hospitalet, que permanecerá en unas oficinas alquiladas. Pero el CAP no reabrirá. Donde antes visitaban los médicos, el ICS instalará un centro de rehabilitación para enfermos con insuficiencia pulmonar, y varios consultorios en los que se analizará la vista, la capacidad auditiva y el estado de los diabéticos. Todo será sanitario, pero no lo que pedían.

«Me siento con pesar, porque no hemos conseguido lo que pretendíamos, pero, por otra parte, todo lo que colocan aquí será bueno para el barrio», analizaba Polonio, mientras empaquetaba lo que tenía en el centro.«Todo llega a su punto y final, todo tienen un límite, y la gente se empezaba a agotar. Por lo menos, hemos conseguido que esto no se convierta en un bloque de oficinas».

Ayer devolvieron las llaves del CAP al delegado del ICS en Bellvitge, y se llevaron los utensilios de cocina y limpieza, y la ropa cama, que fueron dejando en el CAP a medida que transcurrían los meses. Estos vecinos, que de jóvenes aprendieron que ningún servicio social valioso llega sin antes luchar por él, han revivido en estos siete meses y medio muchas formas de protesta que conocían de sobras: cortar el tráfico y debatir en asamblea sus acciones son dos de las que mejor han soportado el paso de los años, han visto.

El cierre de su CAP les ha dado la oportunidad de conocer personalmente alconseller de Salut, Boi Ruiz, de quien han escuchado en directo sus ideas sanitarias de aplicación inmediata.«La sanidad pública va camino de que el hospital esté en casa: en mi casa, en la tuya, en la de cada cual»,ha entendido Polonio.«Cuando alguien esté enfermo, el médico irá a su domicilio, tantas veces como sea preciso, y si la cosa se pone grave, entonces lo trasladarán al Hospital de Bellvitge»,prosigue el vecino, perfectamente informado de las intenciones de Salut.«Técnicamente, hay muchas cosas del plan que no entiendo, que no veo claras»,dice.

Sin derrota

Entre los vecinos que han protagonizado este largo encierro no había ayer espíritu de derrota. Como personajes guerreros que son, nadie habría desfallecido de forma individual. Otra cosa es que el tema del cansancio surgiera en asamblea y resultara ser un exponente del agotamiento general, como así sucedió. También influyó la profunda sensación, muy extendida, de que la Generalitat y sus negociadores iban a ser, a partir de ahora, una roca insensible dispuesta a dejar que ellos consumieran inútilmente sus fuerzas. Sin cortarles el agua ni la luz del CAP, enviándoles a diario a un par de Mossos en señal protectora, pero impertérritos en su negativa a reabrir el CAP.