Gente corriente

Sung Jea Lee: «Me traen zapatos para pegar pero yo, además, los coso»

Remendón oriental. Pone su técnica y su filosofía coreanas a los pies de los vecinos del Eixample.

«Me traen zapatos para pegar pero yo, además, los coso»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Sung Jea Lee estaba colgando un vistoso cartel donde se lee Sabater Coreà Tradicional cuando tuvo una premonición: «En un año saldré en el periódico», pensó. Y helo aquí, apenas dos meses después de abrir el pequeño local que regenta con su esposa, Young Sun Lee, en la esquina de las calles de Mallorca y de Casanova del Eixample barcelonés.

-¿Un zapatero tradicional coreano?

-Nací en 1961 en Corea del Sur. El país estaba arrasado por la guerra y la situación económica era terrible. Eran más los días que pasaba sin comer que los que podía echarme algo al estómago. Vivíamos en una zona de Seúl famosa por la manufactura de calzado y cuando terminé la escuela entré de aprendiz en una fábrica. Veinte años después hice realidad mi sueño: abrir mi propia fábrica.

-¿Qué técnicas aprendió?

-Era un trabajo artesanal, todo se hacía cosido. [Saca un viejo punzón e hilo y empieza a coser una suela] Fíjese, esta herramienta me la hice yo mismo en Corea, no hay otra igual. La gente trae zapatos para que se los pegue, pero si solo los pego se volverán a romper, así que los pego pero, además, los coso. Y nunca se rompen. Si no estuviera seguro de mi técnica jamás habría puesto el cartel.

-Hace ocho años emigró a España. 

-Estábamos agotados de tanto trabajar, sobre todo mi esposa, que estaba afectada física y psicológicamente. Salíamos de casa cuando nuestras dos hijas aún dormían y volvíamos cuando ya habían cenado y estaban en la cama. Mi mujer les dejaba dinero en un bol y ellas iban a comer a restaurantes donde ya las conocían. No podíamos seguir así y nos lanzamos a la aventura.

-Y de Seúl fueron a parar a… ¡Zaragoza!

-La hermana de mi mujer está casada con un español y siempre decía que aquí se vivía muy bien. Nosotros no habíamos salido de Corea y nos imaginábamos un paraíso.

-En lugar de eso dejaron atrás un país rico para venir a otro que entraba en crisis.

-Los inicios fueron duros. Además del abismo cultural estaba la crisis, que no podíamos prever. No teníamos ni idea de nada, nos estafaron varias veces y nos ofendíamos cuando se dirigían a nosotros tuteándonos, porque en Corea hay unas normas de educación muy rígidas. Discutíamos mucho, pero con la ayuda de mis hijas aprendimos a disfrutar de esta cultura.

-¿Qué es lo que más aprecia?

-Ahora nos parece una ventaja que la gente sea tan directa y agradecemos que no haya tanta presión social para ser el número uno, como ocurre en Corea. Otra cosa que yo valoro mucho es cómo conservan aquí la memoria. Corea fue totalmente reconstruida después de la guerra y la gente no le da valor a lo antiguo. Hay dos cosas que me gusta hacer cuando cierro la tienda: dibujar [es un gran caricaturista] y pasear entre edificios antiguos. Me ayuda a pensar.

-Usted le da una nueva vida a lo viejo.

-Ahora quiero ir más allá de ofrecer un calzado cómodo. Mi objetivo es ofrecer un calzado único, que se adapte a cada persona.

-Hace solo dos meses que abrieron el local en Barcelona. ¿Cómo va el negocio?

-Mi hija tenía miedo porque pensaba que aquí quizá preferirían un zapatero que hablase catalán y yo ni siquiera domino el español. Pero trabajamos mucho.

-Aquí tuvo mucho éxito un lema que dice: La feina ben feta no té fronteres.

-[Ahora interviene Young Sun Lee, que ha estado a su lado durante la entrevista] La gente lo valora por su técnica. Es como si alguien tiene un fuerte dolor de cabeza: el médico le puede recetar ibuprofeno o bien buscar el origen del dolor y mejorar su salud general. Mi esposo haría lo segundo: si a alguien le duele una zona del pie, él busca el origen del problema. Si quisiera ganar más dinero se limitaría a pegar suelas.