Gente corriente

Siru Laine: "Una lengua minoritaria te abre más puertas de lo que crees"

A los 27 años se defiende en más de 20 idiomas. Más que políglota, es una adicta a la lingüística.

«Una lengua minoritaria te abre más puertas de lo que crees»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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Nació en Turku (Finlandia) y desde hace cuatro meses trabaja en Barcelona para una multinacional de la traducción. Para ella, tan importante es el inglés, con 1.000 millones de hablantes, como el feroés, con sus 70.000.

-¿Cuántas lenguas dice que habla?

 

-¡Uf! Son tantas... A diario uso finés, islandés, sueco, inglés, italiano, alemán, castellano y esperanto.

-¿Esperanto?

 

-Lo aprendí por casualidad. Quería saber cómo funciona y de repente empecé a hablarlo. Es interesante ver cómo una lengua artificial evoluciona como un lenguaje natural, con jergas y diferencias geográficas. Aquí la comunidad esperantista es muy activa y tengo amigos en todo el mundo con los que no podría comunicarme de otra manera.

-¿Qué otros idiomas conoce?

 

-He estudiado bien 10, entre ellos latín y griego clásico, y entiendo otros 10 o 12: ruso, francés, danés, noruego, estonio, portugués, sardo [de Cerdeña], corso [de Córcega], feroés [de las islas Feroe], rumano, catalán y gallego. Y en otoño empezaré a estudiar vasco. Esto es todo. Creo.

-¿Holandés?

-Lo entiendo.

-Claro, qué pregunta... ¡Y pensar que aquí el inglés ya nos cuesta!

 

-Cuantas más lenguas hablas, más fácil es aprender otras porque la base ya la tienes. Lo que no sé es si yo ahora podría aprender japonés, porque es completamente diferentes. Además, una cosa es hablar fluidamente una lengua y otra entenderla. ¡Yo no soy un diccionario de 20  lenguas!

-Hay quien piensa que aprender una lengua minoritaria es una pérdida de tiempo.

 

-No creo que sea una pérdida de tiempo hablar cualquier idioma. Desde un punto de vista empresarial las lenguas más grandes pueden ser más útiles, ¿pero por qué todos deberíamos aprender las 10 lenguas principales? Las lenguas minoritarias son tan importantes como las más habladas y te pueden abrir más puertas de lo que crees.

-¿De dónde viene su afición lingüística?

-Mi madre estudió las lenguas ugrofinesas [finlandés, húngaro y estonio], que  no forman parte de la familia indoeuropea, y yo quería ser como ella. Para mí lo más importante no es poder hablar con la gente en su idioma; eso me gusta, pero lo principal es aprender cómo funciona una lengua y entender por qué una es diferente de otra.

-¿Cómo lleva el catalán?

-Lo entiendo todo, pero no me atrevo a hablarlo. Es una lengua muy interesante y es una vergüenza que aún no haya aprendido a hablarla. Influye mucho el hecho de que no sea una lengua obligatoria: si no la tengo que usar, no la uso. En cambio, si quieres estudiar o trabajar en Islandia, como hice yo, tienes que aprender islandés obligatoriamente.

-¿Cree que cuando hable castellano y catalán con fluidez cambiará su manera de relacionarse con la gente?

-Eso espero, porque ahora me siento como una persona que quiere caminar pero no tiene gambas.

-¿Gambas? Quiere decir piernas.

 

-[ríe] Sí, eso, piernas. Gamba es pierna en italiano. ¡Qué rabia! Necesito hablar bien el idioma porque no me gusta que la gente me tome por una turista y que me griten: «¡Tú, rubia, ven acá!».

-Me temo que la mala educación es más difícil de corregir que el monolingüismo.

-Cuando vivía en Cerdeña esto no me pasaba. Quizá allí la gente es más cerrada y, aunque lo piensen, no lo dicen.

-Cuando alguien  vuelva a decirle algo así, suéltele un buen insulto políglota.

 

Jumalauta! ¡Cazzo! ¡Che palle!