CONFLICTO EN NEPAL

La rebelión de los sherpas

Dolor 8La madre de Ang Kaji, uno de los sherpas fallecidos el viernes, ayer, en Katmandú.

Dolor 8La madre de Ang Kaji, uno de los sherpas fallecidos el viernes, ayer, en Katmandú.

ADRIÁN FONCILLAS
PEQUÍN

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La suma de una reciente avalancha y un larvado conflicto laboral ha puesto en peligro la temporada en el techo del mundo. Los sherpas abandonan por docenas el campo base del Everest dejando atrás a las expediciones que habían pagado hasta 55.000 euros por una fotografía en la cima.

El desencadenante fue la muerte de 16 sherpas en la avalancha del pasado viernes en el glaciar de Khumbu, una zona especialmente traicionera por las grietas y los constantes deslizamientos de la nieve colgante que puede alcanzar varias decenas de metros. Tres cuerpos aún no han sido encontrados. «Es simplemente imposible para nosotros continuar escalando cuando algunos de nuestros amigos están enterrados bajo la nieve. No me imagino pisar sobre ellos», ha dicho Dorje Sherpa, un experimentado guía. Las amenazas de abandonar el Everest han sido constantes desde el peor accidente en la historia de la montaña. Las informaciones son confusas. Algunas describen tensiones entre los que exigen la retirada gremial y los esquiroles. La mayoría de indicios apuntan al cierre apresurado. Un sherpa asegura que la mitad se han ido y los otros lo harán en las próximas horas. Varias expediciones internacionales ya han recogido los bártulos.

Cancelaciones

La compañía Alpine Ascents International anunciaba en su web la cancelación de la escalada «para que todos puedan llorar la pérdida de sus familiares, amigos y colegas en este tragedia sin precedentes». En el campo base había antes del accidente 400 escaladores internacionales, tantos como sherpas, repartidos en 39 equipos.

No solo peligran las expediciones presentes sino toda la temporada. La mayoría de ellas se programa a mediados de mayo, aprovechando una ventana de buen tiempo antes de que los vientos húmedos de abril inunden de nieve las cumbres e imposibilite la ascensión. Para la economía nepalí supone un drama. El empobrecido país asiático recibe 2,5 millones de euros anuales solo en permisos de escalada de su icónica montaña. El secretario general de la Asociación Nacional de Guías de Nepal alerta de que el boicot dañará al sector a largo plazo y representantes del Ministerio de Turismo llegarán hoy en helicóptero para aceitar un acuerdo de última hora. El distanciamiento de las partes descarta el optimismo. Un alto oficial ha descrito a los huelguistas como «gamberros» y los sherpas han criticado durante años a las autoridades.

En el origen del conflicto está el reparto del pastel. Los sherpas, quienes arriesgan la vida en el negocio, exigen un pedazo mayor frente a los funcionarios sentados en sus despachos. Aquellos antiguos pastores de yaks son hoy imprescindibles por resistentes y expertos. Algunos ganan más de 5.000 euros anuales, 10 veces por encima de la media nacional, pero lamentan la falta de cobertura en caso de accidentes. El Gobierno ha ofrecido para desatascar el conflicto un homenaje a los caídos esta semana y un fondo que en el futuro cubrirá a los sherpas heridos, a las familias de los fallecidos y sufragará el rescate de cadáveres. La indemnización por cada fallecido alcanzaría el millón y medio de rupias (11.045 euros), lejos de los dos millones (15.050 euros) que exigen los sherpas. El fondo alcanzaría el 5 % de los ingresos anuales en permisos, lejísimos del 30 % que piden los sherpas.

La reciente muerte de guías ha subrayado los peligros de la democratización imparable del Everest. Basta con extender un cheque para subir sus 8.848 metros con oxígeno y comida servidos por sherpas. Dos años atrás circularon fotografías con hileras de escaladores apretados y agarrados a una cuerda. Algunos denunciaron empujones e intentos de colarse a los más lentos en un cuadro más parecido a la Rambla en hora punta que al recogimiento de una montaña virginal.

Pero los riesgos de los escaladores, como la materia, no se destruyen sino que se transforman. En riesgos para los sherpas, que frecuentan cada noche zonas peligrosas como el glaciar de Khumbu para fijar las cuerdas, cubrir de aluminio las grietas y esculpir peldaños en el hielo para que el aluvión de alpinistas-turistas pueda subirlo sin riesgo a la mañana siguiente.