El raro sonido del silencio

MAURICIO BERNAL
BARCELONA

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En este país inclinado al Mediterráneo, fiestero, amigo de la bullanga, nocturno, vocinglero acaso, la empresa nacional de ferrocarriles acaba de sacarse de la chistera un vagón silencioso. El AVE de Renfe dispone desde hace muy poco de un coche para personas enemigas de escuchar las conversaciones ajenas, enemigas del volumen habitual de las conversaciones ajenas -en persona o por teléfono- y enemigas en general de todo eso: la bullanga y los gritos. Si hay algo a lo que se pueda llamar cultura del silencio, o, en general, de la calma y la tranquilidad, los vagones donde es obligatorio mantener conversaciones cortas y en voz baja, y no hablar por el móvil, sobre todo, son una de sus más insignes expresiones, como los hoteles y restaurantes sin niños, por ejemplo. Por doquier se impone el ruido, pero el ruido cansa y el silencio es una demanda.

EL MÓVIL

Adiós al límite entre lo público y lo privado

No es casualidad que la prohibición primera del vagón silencioso sea mantener conversaciones por teléfono móvil, en términos de ruido, de invasión del espacio sonoro, la gran peste de nuestro tiempo. «La irrupción del móvil ha creado una paradoja- explica el sociólogo Manuel Delgado-. Lo que culturalmente manda la sociedad moderna es hablar en voz baja en público para no molestar a los demás, pero con el móvil se ha ido todo eso al carajo. Hay gente que ya no entiende la diferencia entre lo público y lo privado, que hay un límite entre el espacio sonoro propio y el de los demás, y ese es el problema. Es una paradoja vinculada casi exclusivamente a la aparición del móvil». Si la vida implica llevar a todas partes una maquinita en el bolsillo, si es parte de la urbanidad moderna, quizá no están desencaminados los que abogan por que la gente respete unas normas.

LOS NIÑOS

Aparecen los primeros hoteles para adultos

Hay países como el Reino Unido, Francia y EEUU donde hace tiempo que están asentados los restaurantes exclusivos para adultos. El problema es el mismo: el ruido. Un sitio donde comer en calma, lejos de la expresividad infantil, es un buen sitio, opinan muchos, y si lo opinan muchos acaba siendo un buen negocio. En España no existen todavía, pero sí hay hoteles que prohíben la entrada de menores. Un puñado, pero los hay. El Racó de Madremanya, en Girona, es uno de ellos. «Sí, es un hotel exclusivamente para adultos precisamente por el ruido -dice Iván Arrive, uno de los propietarios-. Primamos la tranquilidad y procuramos que la gente hable bajo. Aún no hemos prohibido el móvil, pero la gente se da cuenta y vigila. Este concepto en el extranjero es normal, y a los extranjeros no hay que darles explicaciones; aquí todavía le falta madurar». Es decir: el ruido es la norma, la rutina, y descansar es buscar silencio. ¿Quiénes son los más asiduos clientes? Padres. Padres con una perentoria necesidad de tranquilidad.

LOS OFICIOS

En busca del silencio exterior... y el interior

Hablar del silencio es hablar con aquellos que lo necesitan, lo cultivan, lo incorporan en su entorno. David Bagué, luthier, Creu de Sant Jordi, el internacional artesano de instrumentos de cuerda, vive a dos calles de la ruidosa plaza del Sol, en Gràcia, pero su taller, en términos sonoros, es el Erg Awbari: un oasis. «El silencio es básico para como yo he enfocado mi vida -dice-. Por suerte, este es un sitio lo bastante silencioso para trabajar, quizá llega el eco de la plaza pero a horas en que no trabajo». Bagué es un artesano constante y disciplinado, que puede trabajar 20 horas sin hablar con nadie («necesito esa paz interior»), y con la única compañía de la música clásica («me da la sensación de que, aunque escucho algo, estoy en silencio»). No es difícil entender que el ruido, para una persona así, es algo más que un fenómeno sonoro. «Necesito mi silencio interior, y para tenerlo no puedo estar en el mundo de las nuevas tecnologías, de las redes sociales, enviando y recibiendo información todo el tiempo, como hace mucha gente. Eso para mí es ruido, y lo evito». Y no es la opinión de un raro: «Esto suena a anacoreta, pero la verdad es que soy bastante sociable».

ESPECTÁCULOS

Problemas en las salas de teatro y cine

Hace unos meses, los directores de teatro de Catalunya se rebelaron contra la mala educación de los espectadores: no apagaban sus móviles y todo el tiempo había ruidos en la sala. En los cines suele ocurrir otro tanto. En general, ¿no es significativo que la española Asociación para la Calidad Acústica la integren, no personas cansadas del ruido, sino empresas especializadas en técnicas de insonorización? El silencio, hoy en día, es patrimonio de las iglesias y los rodajes. Y de David Bagué.