TRAGEDIA EN EL INSTITUTO

"Lo abracé y empezó a llorar"

El profesor de Educación Física relata cómo subió a la segunda planta para ver qué sucedía y logró desarmar al niño con palabras

El profesor y psicólogo David Jurado.

El profesor y psicólogo David Jurado.

MAYKA NAVARRO / BARCELONA

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David Jurado Fernández necesitaba ayer tarde pasar un rato con los ojos cerrados debajo del agua de la ducha e intentar dormir. ¿Cómo se encuentra? "Estoy bien. Mucho mejor que mis alumnos. Todos los que tuvieron la mala fortuna de cruzarse con el chaval y le vieron hacer daño de esa manera, tardarán tiempo en olvidar. Estar junto a mis alumnos y ayudarles es lo que más me preocupa en estos momentos". David es el profesor de Educación Física que ayer logró -con palabras- desarmar y reducir al niño que mató a un profesor y que podría haber causado una masacre. No lo quiere citar por su nombre porque es un menor. Y porque hasta ayer también era uno más de sus alumnos. "Un excelente alumno, con muchas inquietudes y grandes ocurrencias. Es una tragedia lo que ha ocurrido".

A David no le importa reproducir para este diario cómo fueron esos minutos de locura y terror en el institutoinstituto en el que trabaja como profesor sustituto desde el curso pasado. Ayer llegó al centro como todos los días a las ocho y le tocó dar clase con los más pequeños. A las nueve empezó a preparar la siguiente actividad en el patio. Quince minutos más tarde empezó a ver a alumnos que llegaban al patio desorientados. "Estaban nerviosos. Inquietos. Eran pequeños. Los habían desalojado de sus clases y no sabían lo que había sucedido". Sonó la alarma del instituto. David se dirigió corriendo al primer piso. Vio sangre y escenas de pánico en el pasillo. Creyó que se había colado alguien de fuera. El jefe de estudios iba de clase en clase gritando a los alumnos que salieran corriendo y que huyeran a refugiarse en el patio. Otros gritaban que la profesora Asún y su hija habían sido heridas. "Los alumnos lloraban. Se abrazaban. 'Lleva un cuchillo -gritaban-. Está loco. Nos quiere matar a todos". "Entonces lo vi pasar con un cuchillo en la mano".

Le reconoció con la chaqueta militar que usaba casi a diario. No se lo pensó. "Regresé escaleras abajo hasta el gimnasio y agarré un palo. Cuando estaba de nuevo en el primer piso, los alumnos me dijeron que había subido al segundo piso. Corrí hacía allí".

A David le cuesta olvidar el silencio sepulcral del segundo piso. Se detuvo al final de las escaleras. "Era como una película de miedo. La gente había huido perdiendo cosas por el suelo. Era evidente la estampida. Entonces descubrí que en mitad del pasillo había un cuerpo tendido boca abajo. Por el aspecto pensé que era un alumno mío". David quiso acercarse hasta el cuerpo. No se movía. Pero entonces descubrió a su alumno justo en el aula que estaba enfrente. Y entró. El chaval estaba de pie junto a la mesa del profesor con un cuchillo, un pequeño pico y una ballesta, una mochila y manipulando una botella vacía de cerveza con la que estaba preparando un cóctel molotov.

Con mucha calma entró. A una distancia prudente, David se dirigió al joven por su nombre. El niño todavía deliraba y repetía en voz alta sus objetivos. "Lo que dijo en ese momento lo he declarado a los Mossos d'Esquadra. Se trata de un menor, un niño. Y no lo voy a repetir", advierte.

En este momento, el profesor ya había soltado el palo. "Le hice ver con mucha tranquilidad que estaba haciendo muchísimo daño a más gente de la que él sospechaba". Entonces le volvió a pedir que se alejara de las armas, que se las entregara. Primero se deshizo del pico, del cuchillo, de la botella, de la ballesta. Le acercó la mochila. "Le pedí que me enseñara lo que llevaba en los bolsillos. Y así lo hizo". Se acercó poco a poco hasta él. "Entonces se derrumbó, lo abracé y empezó a llorar como el niño que es y como el niño al que yo daba clases". Se sentaron en dos sillas, uno frente al otro, y David escuchó el relato del joven balbuceante. Hasta que llegó la primera patrulla de los Mossos.

Es terrible. "Mi único objetivo era desarmarlo sin hacerle daño, ni hacerme daño yo, para que terminara todo lo antes posible. Eso hice. Nada más". David es hermano de un policía nacional miembro de una unidad de élite, es además psicólogo y su empresa, Perfeccionamiento Global, trabaja con fuerzas de seguridad dándoles lecciones de cómo mantener la serenidad y la sangre fría en momentos de tensión y peligro. Ayer, el profesor se limitó a poner en práctica todo lo mucho que durante años ha estado enseñando y aprendiendo.