La policía cree que Román abusó hace años de los curas acusados

Uno de los acusados se tapa el rostro en el asiento posterior de un coche de policía, el pasado lunes.

Uno de los acusados se tapa el rostro en el asiento posterior de un coche de policía, el pasado lunes.

MAYKA NAVARRO / GRANADA

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Ni la policía, ni el fiscal, ni el juez albergan apenas dudas sobre la veracidad de las denuncias por abusos sexuales presentadas hasta ahora por dos jóvenes contra tres sacerdotes y un profesor de Religión de Granada. Cosa distinta es cómo podrán probar que esos delitos existieron, tratándose de unos hechos que supuestamente sucedieron hace siete años y sobre los que no hay pruebas que los sustenten más allá de la palabra de las víctimas.

Por eso, el juez Antonio Moreno alargó la incomunicación de los religiosos con la intención de desmoronar las defensas que habían preparado los días previos a su detención. A los dos sacerdotes más jóvenes

-Francisco José Campos Martínez, de 42 años, y Manuel Morales Morales, de 44- se les preguntó en comisaría y en el juzgado si en su época de chavales, cuando frecuentaban la parroquia, también habían sido víctimas de las prácticas de Román Martínez de Castro, el líder del grupo. Lo negaron.

La estrategia no sirvió. El profesor de Religión Sergio Quintana estuvo llorando buena parte de los tres cuartos de hora que duró su declaración. Y los otros dos sacerdotes, que conocieron al cura Román cuando eran unos críos y visitaban a diario la parroquia del Corpus Christi del barrio del Zaidín, negaron haber sido víctimas de abusos y que el religioso de más edad mandara sobre el resto.

Los investigadores sí cuentan con el relato de un testigo que narró cómo hace 30 años su pandilla, en la que estaban los dos curas detenidos de menor edad y los presuntos encubridores, frecuentaba a Román y el poder que ejercía sobre todos ellos. «Román logró poco a poco apartar de sus familias a los más débiles. Francisco José y Manuel se ordenaron sacerdotes. Si yo me lo encontré un día en el baño, al salir desnudo de la ducha, no quiera pensar lo que les pudo pasar a ellos, que eran más débiles y dependían muchísimo más de él», desveló este testigo la semana pasada a este diario. «El que dormía en la parroquia acababa en la cama con Román aunque hubiera un cuarto libre. ¿Eso es normal? Pues no lo creo».

Los investigadores no tiran la toalla: ni la policía, ni el juez, ni el fiscal. Pero son conscientes de las dificultades de la investigación. «Hay muchísimo miedo y vergüenza. Granada es pequeña», recordó a este diario un responsable del Gobierno. La policía cuenta con el relato que otras tres víctimas, compañeros del primer denunciante, hicieron para la investigación que ordenó el Vaticano al recibir la carta que destapó el escándalo. «Ninguno de esos tres ha querido denunciar. Tienen miedo y vergüenza. Nadie de su entorno sabe lo que pudieron padecer y no quieren verse envueltos en este escándalo», explicaron fuentes oficiales.

MENOS PRESIÓN / Los investigadores confían en que cuando baje la atención mediática alguno más se anime a presentar una denuncia. Tampoco pierden la esperanza de recuperar documentos comprometedores en los ordenadores intervenidos, cuyo contenido fue borrado.

Ayer, Javier y Eduardo Muriel, letrados de los cuatro religiosos, pudieron reunirse con sus clientes y reiteraron que las dos denuncias presentadas son «falsas». Los letrados contaron a este diario que Daniel, el joven que escribió al Papa para denunciar las violaciones, «no ha estado desaparecido estos años. Cuando sea el momento explicaremos qué ha pasado».

Los letrados esperan que se levante el secreto de las actuaciones para preparar las pruebas que presentarán en defensa de los imputados. Estos tienen la obligación de acudir cada 15 días a los juzgados a firmar y tienen prohibido acercarse o comunicarse con los denunciantes. «Si es necesario, traeremos hasta los juzgados a centenares de feligreses del Zaidín que les adoran y están deseando que vuelvan a misa», dijo su letrado.