LLUÍS MARTÍ, LA PÉRDIDA DE LA VIVIENDA
"Para mí las Navidades ya no significan nada"
La situación de Lluís Martí, de 52 años, roza el límite de la desesperación a causa de un desahucio todavía no consumado de su vivienda. Por eso prefiere vivir estas fiestas solo, como cualquier otro día, y que su hijo Loïck, de 9 años, tenga un mejor ambiente en compañía de su madre y de la familia de ella. «Es mejor para él y yo no pondré nunca impedimentos a que esté con su madre», explica en la pequeña caravana que le ha dejado un amigo y que utiliza como vivienda desde hace dos meses.
Su humilde casa, de 90 metros cuadrados, está desmantelada y sin muebles, aunque seguro que le ofrecería mejor cobijo que la caravana, sobre todo en estos fríos días de invierno. «Para mí las Navidades ya no significan nada. Simplemente es como otro día cualquiera, porque no tengo familia y mis preocupaciones son otras», describe, rotundo, mientras acaricia al pastor alemán que le hace compañía.
A pesar de la aparente crudeza, Lluís no tarda en admitir que también tiene su «corazoncito». De hecho, en un momento de máxima tensión durante el penúltimo intento de desahucio que afrontó, el pasado 3 de noviembre, llegó a gritar al agente judicial y a los mossos: «En Navidad vosotros estaréis en vuestra casa comiendo turrones y yo estaré en la puta calle».
Lluís vive en la provisionalidad y pendiente de que cualquier día lo echen definitivamente de la casa en la que ha vivido los últimos años en la urbanización Can Gordei de La Bisbal del Penedès (Baix Penedès). Hasta ahora lo ha evitado con la ayuda de vecinos y de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), que han hecho de barrera humana ante los agentes judiciales y policiales en la finca de la calle del Francolí.
La antigua Caixa Tarragona (fusionada en Catalunya Caixa) se quedó con la vivienda después de que saliera a subasta, pero a Martí le que- da todavía una deuda de 100.000 euros. «Seguro que después de fiestas pasará algo», vaticina en alusión a los días de prórroga que le ha concedido el juez para que permanez- ca en la casa. Esta semana ha metido la caravana en el patio para no dar facilidades.
«El año pasado, a las 10 de la noche del 31 de diciembre ya estaba en la cama». Martí rehúye el espíritu navideño: «Lo que me preocupa de verdad es que con la ayuda de 426 euros que me dan no llego a final de mes». Y se previene del «acoso» de los servicios sociales por la situación que vive su hijo, que duerme con su madre en El Vendrell, pero al que él lleva al colegio y recoge por la tarde. «Loïck hace los deberes en la caravana y después se va a jugar con sus amigos», dice alguien que no celebrará la Navidad.
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