20 palabras

Dolors Sabater y su hermano Frederic.

Dolors Sabater y su hermano Frederic.

Marc
VIVES

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El pasado sábado fue investida alcaldesa de Badalona, la tercera ciudad más grande de Catalunya, con aproximadamente 220.000 habitantes. Dolors Sabater seguro que nunca hubiera imaginado que este hecho se produciría. Básicamente porque no tiene interés en tener poder o recibir reconocimientos. Y hablo de Dolors, sin demasiado más, porque tengo una relación muy personal. Me conoce desde el día que nací.

Todavía no hace un año, fui a cenar a su casa. Hablamos de todo menos de política. La palabra alcaldía no sonaba como posibilidad. Pensamos crear la tipografía de Anna Vives, mi hermana, en blanco. ¿Por qué? Pues para simbolizar que, del mismo modo que un lápiz blanco no pinta sobre una hoja blanca, sí lo hace sobre una superficie de otro color. Como ocurre con una persona con dificultades intelectuales, que, si le facilitamos el entorno favorable, seguro que puede pintar porque tiene capacidades. Una visión que compartimos por tener bien cerca a hermanos que lo han experimentado.

De sus padres aprendió que no se puede vivir esperando que los demás resuelvan las injusticias sino que las tienes que ir cambiando tú mismo. Que los derechos se pueden obtener y que hay que convertir los problemas en oportunidades. Cerrar filas por el bien común es palabra habitual y aprendizaje de todos los hermanos.

Dani, el pequeño, murió a principios de año, a los 51. Firme defensor de las políticas a favor de los derechos de las personas con retraso inte lectual en Badalona, hasta que hace 12 años tuvo que luchar contra un ictus. Un ictus que sufrió el mismo día que hacía la denuncia a una discoteca que había discriminado a un grupo de jóvenes por su condición mental. La familia tenía dos opciones: rendirse o, con pequeñas dosis de buen humor, optar por la transformación en positivo de su vida. Optaron por la segunda opción poniendo en práctica todo aquello que habían aprendido desde pequeños con Frederic, su hermano mayor, con dificultades mentales duras.

Ahora, con 57 años, conserva pocas de las palabras que ha pronunciado a lo largo de la vida, no más de 20. Dolors ha aprendido mucho gracias a él. La constancia ante la impotencia en un mundo actualmente muy desigual. El dar palabra a quien no la tiene. Aprendizaje de vida que le servirá para gobernar.

Cuando aún hoy escucha que alguien llama subnormal a otra persona, lo para en la calle. Y le hace reflexionar. «¿Los subnormales han elegido serlo?»,  pregunta en esas ocasiones. Como profesora -da clase de Ciencias Sociales en el Instituto Julia Minguell de Badalona-, escuchar esa palabra en el aula le hace mucho daño.

Pienso que la dignidad se está perdiendo en el mundo. ¿Podemos ser felices mirando constantemente hacia otro lado cuando hay personas que no tienen casa y comida? ¿El dinero da la felicidad? Hay alguien que vive solo con 20 palabras. Las restantes se las ponen contentos cada día Dolors y su familia. Frederic, una palabra más. Una palabra transformadora. Felicidades.