El (otro) bar del anuncio
Una granja de Gavà distribuye buena parte del segundo premio, despachado en L'Hospitalet
Santiago Noguera marca distancias. «El café va a eurito, ¡eh! eso de los 21 euros para los anuncios», suelta con retranca el dueño del bar Tresols, en Gavà, que repartió 150 décimos del segundo premio de la Lotería de Navidad, el 92.845. Pero demuestra tanta honestidad como en el espot al confesar que ha entregado «todos los sobres» de clientes que no habían recogido sus décimos. Mientras, se suceden una orgía de abrazos, de «¿tú también?», y gritos alertando de que «no quedan medianas». Rafael se abstrae del jolgorio, aún sin creerse que su hija Laura podrá por fin marcar su sueño nupcial en el calendario.
Quien tiene muy presente una fecha en la cabeza es el Sherpa: el 23 de junio. Ese día le desahuciaron de su piso, «ese de las macetas», que ya no es suyo, «es del BBVA». Ahora, la masía en la que vive provisionalmente volverá a acoger la empresa de jardinería que se vio obligado a cerrar. Más pronto halló la suerte José García, que duda hasta de su edad, trémulo de emoción. Este parado saldará los 83.000 euros de hipoteca y olvidará los anuncios de apremio del banco.
Tan descolocado como los premiados y con encomiable flema lleva su papel de «pardillo» José Carlos, objeto de las bromas de Elisabet y Conchi, que se repartieron un décimo «por pelusilla» al verlo comprar a su amiga Nieves. El estoicismo de José Carlos se entiende mejor al saber que la suerte le rozará, que de eso se encarga Nieves, su madre. Y para el próximo sorteo, que consulte a Fernando Tenorio, un talismán en la parroquia del Tresols. «Está en racha: el año pasado le tocó la cesta de Navidad», dice un cliente sobre Tenorio, que esboza una mueca de satisfacción. Más comedido está Miguel Porcel, que oculta su sonrisa pese a su fortuna. Tras el recelo inicial, avanza que el dinero irá en primer lugar a arreglar «los piños», e ilustrala magnitud de la tragedia.
RACHAS
Sueños cumplidos por el buen tino de Santiago y sus siete años comprando el número de Navidad en la administración 36 de L'Hospitalet. «Siempre se lleva un número acabado en 5», explica Antonia Díaz, dueña de la oficina. Premio a la perseverancia frente al golpe de suerte de Antonia Uceda e Isabel Parra, portavoces de las cinco amigas que ahora comparten café y capital. A Uceda le llega la suerte a raudales, con el premio y «un nuevo trabajo». Parra cree que su fortuna comenzó tres semanas atrás, al salir ilesa de un accidente «impresionante». Entonces propuso comprar un número para compensar «tanta desgracia», incluidos los problemas de salud y familiares de sus amigas.
Con idéntica determinación adquirió su décimo Elena Roque tras soñar que «el gordo acabaría en 45». «Si no es por mi madre, no lo compro», dice emocionada. Ahora podrá costearse sus estudios de Turismo sin estrecheces. Un 45 de ensueño con el que acaba el número de la suerte y comienzan un puñado de deseos. De hipotecas saldadas, bodas hechas realidad y piños que, ahora sí, cobrarán forma.
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