La nueva informática 'artesanal'

Ordenadores hechos en casa

Un portátil con Rasperry Pi, pantalla y teclado.

Un portátil con Rasperry Pi, pantalla y teclado.

CARMEN JANÉ
BARCELONA

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En los primeros tiempos de la informática, la gente se construía sus propios ordenadores, y empresas como IBM y Apple se hicieron de oro produciendo máquinas personales en serie. Aún sigue siendo habitual que los más exigentes se monten sus propios equipos informáticos de mesa a partir de ensamblar componentes, aunque todos de marca y con un software protegido comercialmente. Ahora se ha dado un paso más allá: los aficionados y aprendices a quienes los modelos comerciales no cubren sus expectativas, por exceso o por defecto, o a quienes simplemente les gusta aprender, optan por crear sus propios aparatos en casa.

Para ellos se creó Arduino, un kit de desarrollo que parte de una placa base (microprocesador) sobre la que se van añadiendo componentes para dotar de entidad a la máquina. Fue inventado hace justo una década por Massimo Banzi, un profesor italiano que quería abaratar los materiales para los alumnos de su instituto. Para ello contó con aportaciones del prestigioso MIT (Massachusetts Institute of Technology) de Boston, y de programadores de todas partes. Pronto fue adoptado por aficionados de todo el mundo para construir desde robots a instalaciones de sonido o de luz, sensores para controlar datos ambientales o pequeños servidores de acceso a internet.

Una placa Arduino básica -hay distintos modelos- cuesta unos 20 euros. A esta hay que sumar los componentes y la fuente de alimentación. A partir de unos 35 euros se puede adquirir una Rasperry Pi, similar pero superior a cuanto al nivel de programación permitido; aunque exige más conocimientos. Y desde unos 60, un kit básico de Arduino, con manual de instrucciones incluido. Para programarla hay que conectarla a otro ordenador, pero sirve cualquier sistema operativo y su código y diseño se pueden modificar. «Y si tienes capacidad y cuatro componentes básicos, por unos 6 euros te la construyes tú en 10 minutos», afirma Álex Posada, coordinador del laboratorio de interacción del centro Hangar.

A la mayoría le lleva un poco más de tiempo. Algunos centros cívicos de Barcelona, el Citilab de Cornellà y varias entidades privadas están haciendo cursos de Arduino para responder a la creciente demanda. Y en los Fab Lab, los espacios de creación digital que han surgido en distintas ciudades, son casi materia obligada. La razón es básica: el kit es pieza básica en la mayoría de impresoras 3D, la joya de la corona de estos locales.

«Es la nueva alfabetización tecnológica. El ciudadano quiere tener acceso a los medios digitales para ser productivo; utilizar la tecnología en su propio beneficio. Si llevamos la producción a China, también delegamos el conocimiento de la producción a otros. Esta es una forma de recuperarlo», dice Tomás Díaz Ladera, director del Fab Lab Barcelona, que depende del Institut d'Arquitectura Avançada de Catalunya (IAAC), para justificar el creciente interés por este tipo de centros.

Los profesores y los artistas hace tiempo que descubrieron Arduino. De hecho, la comunidad catalana fue una de las más entusiastas desde los inicios, con presentaciones del aragonés David Cuartielles, uno de los pioneros junto a Banzi y profesor universitario en Suecia. «Ha sido una comunidad muy activa, aunque últimamente, con la crisis, parece que la gente ya no se dedica tanto a proyectos creativos sino a buscarse la comida», apunta Posada.

ALUMNOS ENTUSIASTAS / «En los cursos de Arduino hay de todo, desde universitarios a mayores de 40 años que quieren aprender cosas nuevas, algunos con profesiones relacionadas con la ingeniería. La ventaja es que con pocas clases puedes adquirir nociones básicas de programación y hacer una placa tipo en la que pulsas y se genera música. Ya en un nivel intermedio puedes crear un robot que se mueve con la luz», explica Daniel Gallardo, profesor de sistemas operativos en la Universitat Pompeu Fabra y de cursos de Arduino en el Convent de Sant Agustí.

Arduino es también la estrella del llamado internet de las cosas, es decir, la capacidad de las máquinas de comunicarse entre ellas utilizando informática y redes conectadas. Es el caso de la domótica, las impresoras 3D o los drones. Google ha lanzado un kit para crear hasta tabletas. «Frente al ordenador personal, que es multipropósito, Arduino es monotarea y no tiene la capacidad de un sistema operativo serio, pero cumple una necesidad», dice Gallardo.

Una de las piezas básicas del movimiento es la comunidad de usuarios organizada a través del blog de Arduino, en el que se pueden encontrar materiales como software o tutoriales en varios idiomas, además de foros en los que resolver dudas y compartir experiencias.