BOLETÍN DE LA ORGANIZACIÓN METEOROLÓGICA MUNDIAL

Nuevo récord en la atmósfera de los gases de efecto invernadero

Humo desprendido por una central térmica en la ciudad de Datong, en la provincia china de Shanxi.

Humo desprendido por una central térmica en la ciudad de Datong, en la provincia china de Shanxi.

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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La presencia en la atmósfera de dióxido de carbono (CO2), el principal gas responsable del efecto invernadero en la Tierra, alcanzó el año pasado una media de 396 partes por millón (ppm) de aire, lo que supone un nuevo máximo desde los inicios de la revolución industrial, cuando rondaba las 280 ppm, y es a la vez el mayor incremento interanual desde 1984, según informó ayer en su boletín anual la Organización Meteorológica Mundial (OMM). El metano (CH4) y el óxido nitroso (NO2), los otros dos grandes gases implicados en el efecto invernadero, mostraron también niveles sin precedentes.

A la vista de los datos, la OMM insiste en la necesidad de una acción internacional concertada frente a la aceleración del cambio climático. «Existe la absoluta certeza de que el clima está cambiando y de que las condiciones meteorológicas son cada vez más extremas debido a actividades humanas como la quema de combustibles fósiles», subraya el secretario general de la organización, Michel Jarraud.

La presencia de CO2 en la atmósfera, las emisiones industriales del mismo gas y las temperaturas globales han aumentado de forma incontestable a lo largo del último siglo, pero lo han hecho a un ritmo muy diferente porque en la evolución pueden influir otros factores como los ciclos solares, los erupciones volcánicas, los cambios en el uso del suelo y la capacidad de la biosfera y de los océanos para contrarrestar los cambios, entre otros. De hecho, según la OMM, si el aumento anual del CO2 ha sido el mayor desde 1984 pese a que las emisiones antrópicas han aminorado su incremento es porque la Tierra tiene dificultades para absorber los excedentes. Concretamente, el aumento anual del 2012 al 2013 fue de 2,9 ppm, mientras que en los años anteriores había oscilado entre 1,8 y 2,5.

DESDE EL VOLCÁN MAUNA LOA

 La Administración de los Océanos y la Atmósfera de EEUU (NOAA) informó el año pasado de que la estación de medición del monte Mauna Loa (Hawái), referente mundial en la materia, había superado por primera vez las 400 ppm de CO2 de media mensual en tres ocasiones (abril, mayo y junio), pero no aún el promedio anual. Ahora, si la tendencia de mantiene, la OMM estima que el umbral simbólico de las 400 ppm se superará en el 2015. «El nivel de CO2 no es regular a lo largo del año porque la concentración depende de los ciclos de respiración de la biosfera, que no es igual en el hemisferio norte que en el sur», explica Josep-Anton Morguí, investigador del Institut Català de Ciències del Clima (IC3) y profesor de la Universitat de Barcelona (UB). Ni hay la misma cantidad de tierras emergidas ni tampoco la actividad industrial es la misma.

MEDICIONES EN BEGUR

Aunque las líneas generales son similares, la concentración de CO2 también varía según las zonas. «En Barcelona podemos llegar a tener 450 ppm en algunos momentos del año -prosigue Morguí-. Podríamos decir que el Mauna Loa, un lugar aislado y en altura, es un referente de la media mundial. Es como si estuviéramos analizando un aire mezclado de todo el mundo». Emulando al químico Charles Keeling, que empezó a compilar datos en Hawái en 1957, los investigadores del IC3 toman datos semanales de CO2 en una estación instalada desde el año 2000 en Begur, en la Costa Brava, y también coordinan una red de seguimiento en España llamada Climadat.

Según la OMM, el forzamiento radiativo -que provoca un efecto de calentamiento del clima- experimentó entre 1990 y el 2013 un incremento del 34% a causa de los gases de efecto invernadero. Es una tendencia que no cesa: ahora hay en la atmósfera el 142% más de CO2, el 253% más de metano y el 121% más de óxido nitroso que en las décadas previas a la revolución industrial (1750).

Un cuarto de las emisiones antrópicas de CO2 son absorbidas por los océanos, lo que evidentemente amortigua el problema, pero al mismo tiempo están provocando que se altere el sistema de los carbonatos marinos y que las aguas se estén acidificando, concluye la OMM. Según se desprende de datos derivados de registros paleoclimáticos, no parecen existir precedentes para el ritmo actual de acidificación al menos en los últimos 300 millones de años.