La necesaria segunda oportunidad

Jóvenes en el taller de restauración de la Fundació Marianao de Sant Boi, ayer.

Jóvenes en el taller de restauración de la Fundació Marianao de Sant Boi, ayer.

MARÍA JESÚS IBÁÑEZ / SANT BOI DE LLOBREGAT

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Antonio tiene casi 17 años, ha dejado el instituto sin terminar la ESO y quiere ser cocinero. Aunque si no sale bien, tampoco le importaría hacerse mecánico. Agustín, con un expediente académico muy parecido, tira más hacia lo artístico, «posiblemente algo relacionado con el dibujo», dice, mientras Isaac, que es campeón de gimnasia deportiva, anda pensando en dedicarse a alguna profesión relacionada con la educación física. Son solo proyectos. Por ahora, los tres chavales están concentrados en aprobar un examen que les permitirá acceder a los ciclos de formación profesional (FP) de grado medio y con el que evitarán pasar a engrosar las filas del fracaso escolar. La prueba se hará el próximo mayo y hasta entonces se han comprometido a acudir diariamente a clase en las instalaciones que la Fundació Marianao tiene en Sant Boi de Llobregat para irse preparando.

«Solo el hecho de venir aquí cada día y de ser puntuales es, para muchos de ellos, un éxito. Eso no lo hacían cuando iban al instituto», señala Esther Roch, responsable del área de Inclusión del Marianao. «Este es un centro de nueva oportunidad o, si se prefiere, de segunda oportunidad, en el que se trabaja para que los jóvenes que han salido del sistema educativo, por los motivos que sean, puedan reengancharse y conseguir una titulación», detalla Josep Torrico, director de Marianao. La entidad, nacida de la lucha vecinal de los años 80 -este año celebra su 30o aniversario-, acoge a un centenar de jóvenes en formación, de entre 16 y 21 años.

«Es que esto es mejor que el instituto. En clase somos mucha menos gente y así es más fácil preguntar si te queda alguna duda», destaca el deportista Isaac. «Además, como cada día tratamos una única materia, y no vamos cambiando cada hora de una asignatura a otra, tenemos más tiempo para acabar de entenderlo todo», agrega Fernando, otro compañero de aula, también aspirante a futuro cocinero.

FORMACIÓN NO FORMAL

El de Marianao es uno de los varios centros que en Catalunya imparten estudios profesionalizadores (allí se ofrecen, por ejemplo, cursos de restauración de muebles o de reparación de bicicletas), que no son títulos oficiales, pero que contribuyen a dar una salida a muchos jóvenes que abandonan la ESO sin haberla terminado.

Es lo que el sociólogo de la Universitat de Barcelona Xavier Martínez-Celorrio define como «la vía no reglada», que, en su opinión, debería de implantarse como alternativa a las actuales opciones de bachillerato y de FP de grado medio, si se quiere ampliar en España la escolarización hasta los 18 años, como sugieren fuerzas políticas como el PSOE e Izquierda Unida. La prolongación de la edad escolar obligaría, añade al hilo de estas reflexiones el director de la fundación Jaume Bofill, Ismael Palacín, «a que el sistema educativo posobligatorio pusiera en marcha programas para aquellos estudiantes con desapego a seguir estudiando y de los que hasta ahora se despreocupa».

«El problema es que ahora mismo esta formación de segunda oportunidad no tiene cabida en el sistema educativo formal. Son itinerarios cuyo certificado, en la mayoría de los casos, no está reconocido oficialmente», lamenta el director de Marianao. A eso se suma el hecho de que centros como el suyo, sin ánimo de lucro, «no tienen una financiación estable y están condicionados por la buena voluntad de las administraciones», agrega Torrico.

«El debate de una garantía formativa hasta los 18 años implicaría también resolver dos debates más de ajuste con el mercado de trabajo», advierte Martínez-Celorrio. El Gobierno, sostiene, debería de plantearse la posibilidad de «elevar o no la edad laboral hasta los 18 años y exigir titulaciones profesionales o no en los sectores típicos de primera inserción, como el comercio, turismo o la construcción. Estamos, pues, ante un triángulo entre escolarización, edad laboral y titulaciones».

REPENSAR TODO EL MODELO

Todo ello tendría que venir acompañado de una revisión «a fondo la arquitectura del sistema, creando una nueva etapa interciclos, entre los 10 y los 14 años, con una ESO menos académica, con unos currículos menos inflados en el bachillerato y avanzando hacia una FP más modular, con contenidos culturales y no solo laborales y que esté abierta a todos», reivindica Celorrio.

Se tendría que crear, interviene Palacín, «una nueva oferta de itinerarios, programas de estudio flexible, servicios de orientación, servicios de apoyo al alumno con dificultades». El modelo, que también apoyan otros expertos, tendría que ser muy distinto al actual, donde demasiadas veces «se deja que los alumnos salgan por una puerta lateral de salida sin asumir ninguna responsabilidad ni acompañamiento».

Y mientras los políticos debaten sobre nuevos modelos educativos y los especialistas teorizan al respecto, en las aulas, en los talleres de carpintería, en el día a día, los educadores que atienden a los adolescentes expulsados de la escuela tutelan un proceso «que casi siempre empieza por intentar que recuperen su autoestima», cuenta Esther Roch, «El trabajo para la comunidad es muy importante, que vean que son útiles y que obtienen un reconocimiento», explica. A muchos, basta con prestarles algo más de atención.