El impacto en la cultura de masas

El mito no hace agua

   MAURICIO BERNAL / Barcelona

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Habla con elocuencia de lo que ha significado el Titanic durante estos 100 años el hecho de que tan solo 29 días después del hundimiento, cuando algunos de los heridos aún se recuperaban en los hospitales de Nueva York, se estrenara en EEUU la primera película sobre la tragedia, Saved from the Titanic (Rescatada del Titanic), que dirigió el francés Étienne Arnaud, un prolífico director de cortometrajes, además de escritor, y protagonizó la actriz Dorothy Gibson, quien -es el detalle fetiche- había realmente viajado en el barco y sobrevivido al naufragio. Del corto, de 10 minutos de duración, no queda ninguna copia -las últimas desaparecieron en un incendio-, pero sobrevive algo tal vez más importante, que es la historia de un director que supo ver antes que nadie que tras ese desastre se escondía una inmensa historia. Eso se llama olfato.

Un siglo exacto (se cumple hoy) y decenas de películas más tarde, y muchas series de televisión en medio, y documentales, y libros, y canciones, y básicamente cualquier soporte digno de contar la historia, el Titanic es sencillamente un tótem de la cultura popular, un suceso que se convirtió en relato, es decir en literatura, y que se cuenta como leyenda, y una palabra -el nombre de un barco- que ha robado un atributo de la buena poesía: la evocación. El relato es inagotable, se puede exprimir y se ha exprimido hasta el cansancio, pero en realidad no hay tal cosa porque el Titanic jamás ha cansado a nadie.

CADA PASAJERO, UNA HISTORIA / «Supongo que es inexplicable -dice Jesús Ferreiro, presidente de la Fundación Titanic y comisario de la exposición itinerante que han visto 40 millones de personas en todo el mundo, desde marzo en el Museu Marítim de Barcelona-. Yo, como se ha dicho hasta el infinito, creo que es en parte porque en el Titanic estamos reflejados todos, porque allí viajaban desde los inmensamente ricos hasta los inmensamente pobres, porque ese barco era un pequeño universo. Ahí había tantas historias... Yo siempre he dicho que de cada persona que había en el Titanic se podría haber escrito un libro y filmado una película».

No ha sido exactamente así, pero el naufragio del ingenio irlandés ha dado más frutos culturales que cualquier otro naufragio de cualquier otro barco en la historia, y eso que desde entonces los ha habido más mortíferos. La película de Arnaud no es sino la expresión primera de la entonces naciente sospecha de que detrás de la tragedia latía un mito, o la posibilidad de uno, al menos, lo que también se puede decir de las palabras que pronunció el obispo de Winchester en Southampton, oficiando una misa por los muertos: «Titanic, el nombre y la cosa, quedará como un monumento y una advertencia a la presunción humana».

DESASTRE E INFORMACIÓN / El hundimiento del Titanic nació como leyenda y fue capital la intervención de los medios de comunicación, o lo que es igual, la percepción que trasladaron de la tragedia al público. En su libro de 1995 El legado del Titanic: el desastre como acontecimiento y mito en los medios, el sociólogo y antropólogo estadounidense Paul Heyer explica que fueron el terremoto de San Francisco de 1906 y el hundimiento del Titanic las dos noticias que inauguraron el cubrimiento de desastres en la era de la comunicación moderna, y que la información sobre el naufragio se benefició en particular de las entonces recién estrenadas conexiones telefónicas intercontinentales y de la telegrafía sin hilos. Hubo profusión de información, hubo detalles y hubo despliegue, y así se empezó a cincelar el mito en el imaginario colectivo. «El Titanic cosecha aún titulares cada vez que se descubre un nuevo aspecto de la historia. Una de las razones es que desde el surgimiento de los medios de comunicación modernos, un siglo, se ha establecido una estrecha relación entre estos y los grandes desastres», escribe Heyer.

Pero no hay que olvidar que si la tragedia, esta en particular, fascina y se perpetúa, sigue siendo un icono y fuente de inspiración y una historia exprimida hasta el cansancio es también y sin duda por el misterio, el enigma, el del barco hecho para no hundirse que se hunde al primer viaje. Que hace tres años, 97 después de la tragedia, dos científicos estadounidenses publicaran los resultados de 10 años de investigación en un volumen que titularon Lo que realmente hundió al Titanic, que ya es un título elocuente, y que allí defendieran la tesis de que el barco su hundió porque había sido remachado con piezas baratas, más que por lo que dice, dice por lo que expresa: que aún nadie se explica lo que pasó.