Misión, salvar el paraíso

Dos naturalistas y un noble se conjuraron en los años 50 para proteger el paraje La presión internacional provocó que Franco frenase la plantación de eucaliptos y creara la reserva de aves

Los salvadores 8 Valverde (el segundo por la izquierda), González Gordon (el cuarto) y Bernis, con Federico Travé y Ramón Sáez Royuela.

Los salvadores 8 Valverde (el segundo por la izquierda), González Gordon (el cuarto) y Bernis, con Federico Travé y Ramón Sáez Royuela.

JÚLIA CAMACHO / SEVILLA

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En 1952, cuando Doñana era todavía, y desde tiempos ancestrales, un coto de caza en el que los linces eran considerados alimañas y se pagaban por ellos 15 pesetas, dos jóvenes naturalistas castellanos, José Antonio Valverde y Francisco Bernis, arribaron al paraje con el objetivo de avistar pájaros. La ornitología era algo exótico, casi excéntrico, pero también la pasión de un joven aristócrata, Mauricio González Gordon. Los tres entraron en contacto, sintonizaron (sentando el germen de la futura sociedad española de ornitología, SEO) y coincidieron casi de inmediato en que había que hacer algo para salvar aquel paraíso natural, donde, como describiría Valverde, «todo era nuevo y salvaje».

Corrían los años de la posguerra y en plena época de hambre y miseria Doñana, formado entonces por tres fincas -una de ellas propiedad del padre de González Gordon-, se enfrentaba a un negro destino: un decreto de Franco ordenaba, bajo amenaza de expropiación, plantar arroz y eucaliptos para explotar su madera y la celulosa.

El caudillo visitó la zona en 1953, y González Gordon aprovechó para trasladarle un informe, considerado el primer alegato ecologista en España, en el que Bernis alertaba de que si continuaba la repoblación con eucaliptos, Doñana desaparecería como espacio cinegético

Y ahí empezaría todo. González Gordon era alto, apuesto, hombre de mundo con una educación refinada. Valverde era desgarbado, con problemas de cojera por una tuberculosis, y sin formación hasta bien entrada la madurez (terminó la carrera ya con 40 años). Solo tenían en común su pasión por Doñana. Aprovechando los contactos del aristócrata, y con más arrojo que otra cosa, como relata en su libro Doñana todo era nuevo y salvaje (Fundación Lara) el periodista Jorge Molina, Valverde se embarcó en una rocambolesca misión por Europa para recaudar fondos con los que comprar la finca. Una partida de cartas con su mujer sirvió para llegar hasta el conde Maronne Cinzano, llave de acceso al resto de nobles europeos que, con el principe Bernardo de Holanda a la cabeza, integrarían en 1957 la primera Doñana Expedition para comprobar in situ las bondades del coto.

Se generó una movilización insólita, plasmada en la creación de la organización conservacionista World Wild Fund (WWF), con la intención de fomentar la marisma española como reserva migratoria para aves silvestres. Ante la presión internacional generada por el biólogo, un Franco completamente ajeno a estos tejemanejes decidió solicitar al «máximo experto», el propio Valverde, informes sobre las peticiones de WWF. El biólogo se mostró conforme con la iniciativa. En 1963 se produciría así la compra de las primeras 6.671 hectáreas, el corazón de Doñana.