INICIATIVAS PEDAGÓGICAS PARA IMPORTAR

La mejor ciencia para niños

Un estudio identifica 100 proyectos educativos que promueven la vocación científica y pueden ser fácilmente implantados en España Dos de los mejor valorados se prueban en Catalunya

Eleanor Murphy.

Eleanor Murphy.

MAURICIO BERNAL
BARCELONA

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A Aaron Sonson, Satwant Singh Kenth y Gregory Paczkowski los había detenido varias veces la policía británica por prejuicio: por su color de piel, por su aspecto. Y llevaban eso dentro. ¿Cómo sacárselo de encima? Con una aplicación. Stop & search es el nombre en inglés del poder que ejerce la policía para parar y registrar a los ciudadanos en la calle, y así llamaron a su herramienta los tres amigos cuando la pusieron al alcance de los internautas, hace unos tres años. Servía para conocer los propios derechos, y para compartir la experiencia de cada uno.

Miles de personas se bajaron la aplicación. Entrevistados luego en The Guardian (cosecharon cierta fama), los tres dejaron claro que la idea, la inspiración y los conocimientos para llevar a cabo el proyecto los habían obtenido en clase. En la escuela. Y pronunciaron tres palabras. Apps for Good.

Las mismas tres palabras salieron a colación ayer en Barcelona; también se habló de Science Lab y Jump Math. Los tres son proyectos educativos que un estudio encargado por la Fundación Telefónica ha aupado como paradigmas de innovación en lo que toca a la promoción de las vocaciones científicas y tecnológicas. En inglés, las vocaciones STEM (siglas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). «El escaso número de estudiantes que eligen carreras STEM supone un desafío para la selección de recursos humanos en la mayoría de países europeos», reza el informe que recoge los resultados de la investigación, un centenar de proyectos explicados con detalle, y seleccionados no solo por su originalidad, su capacidad de transformación: también por su adaptabilidad al entorno español. Pues el objetivo es que se abran paso aquí. En la tarima, durante la presentación del estudio, se encontraban los responsables de los tres proyectos ejemplares, y entre el público, básicamente, gente de la comunidad educativa. Profesores, miembros de las administraciones.

Apps for Good, Science Lab y Jump Math tienen en común una visión de la educación, sobre todo en ciencias, como algo que hay que reformar cuanto antes y adaptar a las circunstancias actuales: al mundo moderno. Ellos ponen de su parte. «Queremos llevar la vida real a las aulas», dice Eleanor Murphy, responsable de Alianzas Internacionales de Apps for Good. El planteamiento es sencillo: los jóvenes viven en el mundo digital y en el colegio no hay mucho de eso. Apps for Good propone formación tecnológica, capacita a los alumnos para desarrollar aplicaciones o webs y deja que ellos escojan un proyecto y lo lleven a cabo. Algo, en general, relacionado con sus vidas. Stop & search. Soy distinto y me registran. Les monto una aplicación.

Pequeños curiosos

Science Lab empezó en Alemania y ha conseguido exportar su modelo a media docena de países, no solo europeos. Parte de la premisa de que es posible despertar la curiosidad científica de los niños desde temprano, a los 4 años, y que no tiene sentido esperar a más tarde, como ocurre en la mayor parte de sistemas educativos europeos. «El punto de partida son las preguntas que los niños se hacen a diferentes edades. Hemos detectado cuáles son los temas que interesan a los niños según la edad, y sacamos partido de esa curiosidad», dice Fenita Villaveces, responsable de la implantación internacional del proyecto. Son clases prácticas que satisfacen y a la vez estimulan la curiosidad del niño. Qué es ese aire que respiramos. Por qué los aviones vuelan. El proyecto, puesto en marcha en el 2002, pasa por la capacitación de profesores de la escuela primaria, unos 500 actualmente. Más de 10.000 niños alemanes han pasado por los cursos de Science Lab.

El punto de partida siempre es un vacío. Lo que no hay o lo que se hace mal. Jump Math, proyecto canadiense, parte de la premisa de que la forma tradicional de enseñar las matemáticas aburre, por un lado, y por otro causa temor. «Así que lo que hacemos es establecer las condiciones para que el alumno descubra por sí mismo las matemáticas -explica John Mighton, fundador y responsable del proyecto-. Un descubrimiento guiado, por decirlo así. El niño, si no entiende lo que le explican a la primera, se va a otra cosa, deja de prestar atención. El modo de lograr que no pierda el interés es comprometerlo en el descubrimiento de ese conocimiento».

Jump Math es, en esencia, una manera de enseñar y unos libros para hacerlo, un modelo fácilmente exportable que este curso que termina el Consorci d'Educació de Barcelona ha probado con éxito en nueve escuelas de la ciudad. Y eso que los libros son en inglés. Apps for Good tampoco es extranjero por estos lares: gracias a un convenio con la Generalitat, 6.000 alumnos de 196 escuelas catalanas lo han probado.

Jump Math se financia con la venta de sus libros, es decir como negocio editorial. En el caso de Apps for Good y Science Lab hay en cambio una significativa presencia de patrocinadores privados. Quieren trabajadores.