CONTROL DE UNA PLAGA DE LAS CIUDADES COSTERAS

Los pájaros de Palamós

Especialistas provistos de halcones eliminan anualmente un centenar de nidos de gaviotas

Toni Pérez con su halcón y otro especialista de Falconers Iberia capturan polluelos de gaviota en Palamós.

Toni Pérez con su halcón y otro especialista de Falconers Iberia capturan polluelos de gaviota en Palamós. / ICONNA / JOAN CASTRO

FERRAN COSCULLUELA
PALAMÓS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Nada más salir de la furgoneta portando su magnífico halcón de Harris, Toni Pérez advierte: «Son aves gregarias. Cuando una de ellas lo vea, empezará a graznar y en pocos minutos tendremos una bandada sobre nuestras cabezas». El vaticinio no falla. Llegan una, dos, tres y hasta una veintena de gaviotas y vuelan en círculos dando alaridos de alarma. «Se cagan y vomitan sobre nosotros, a veces peces enteros, es su mecanismo de defensa. Si subes a la terraza a coger los pollos, se enfrentan, se ponen agresivas y pueden llegar a picotearte», explica el especialista de la empresa Falconers Iberia.

El pasado martes, su trabajo consistía en atrapar a tres polluelos que escaparon al último control realizado en una pequeña urbanización de Palamós próxima a la playa de la Fosca. Son edificios de tres plantas con una vista privilegiada. «En este lugar les gusta anidar porque son como islotes sobre el mar. Es lo que más se parece a su hábitat natural y desde lo alto pueden controlarlo todo», comenta Josep Vilanova, responsable del área de Medio Ambiente del ayuntamiento.

Palamós es una de las localidades de la Costa Brava más afectadas por la proliferación de gaviotas. Situada cerca de las islas Medes, con flota pesquera que les proporciona morralla y próxima al vertedero de Solius, donde acuden a alimentarse, es un enclave ideal para estos pájaros, que pueden llegar a tener una envergadura de hasta 1,50 metros en el caso de la gaviota argéntea, que es la más común.

«Se han habituado al entorno urbano porque aquí encuentran alimento en abundancia y eso tiene un efecto multiplicador sobre las colonias. Apenas tienen depredadores naturales y se han convertido en comensales de la sociedad humana. Se comen todo lo que no reciclamos», añade el técnico municipal. Un ejemplo son los colegios, en los que la limpieza ha mejorado después de que se decidiera que los niños tenían que comerse el almuerzo en el aula y no en el patio. «Antes, cuando los alumnos se iban, las gaviotas se lanzaban en picado a comerse los restos de bocadillo. Entre dos son capaces de sacar las bolsas de las papeleras», explica la directora del Insituto de Palamós, Lluïsa Teixidor.

Desde hace cuatro años, el ayuntamiento lleva a cabo campañas para eliminar los nidos de los edificios públicos, servicio que ha extendido a los inmuebles privados a un precio subvencionado. Cada año eliminan entre 80 y 100 nidos, en los que pueden crecer de dos a tres polluelos. Vilanova afirma que el principal problema que causan estas aves es la suciedad, pero también sospecha que si se las deja anidar, la siguiente temporada llegan más parejas.

De armas tomar

El técnico municipal sostiene que las gaviotas no atacan. «Hacen teatro. Muestran una conducta agresiva para expulsar al intruso, pero no son peligrosas», afirma. Nada que ver con la película de Hitchcock. Pero los especialistas de Iberia Falconer le muestran un agujero en el porexpán de uno de sus cascos. Es la marca de un picotazo. «Cuando protegen a sus pollos, sí que pueden llegar a atacar», rectifican.

Esa actitud agresiva, junto a los bombardeos de defecaciones y vómitos, les obliga a ir protegidos. Una de sus mejores armas son los halcones, porque las gaviotas acostumbran a levantar el vuelo cuando los ven. No siempre hace falta soltarlos para que las ahuyenten. Solo en las situaciones más comprometidas, y en ese caso es muy probable que alguna de ellas no lo vuelva a contar.