Gente corriente

Laia Abril: «Siempre estoy buscando el porqué de las cosas»

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GEMMA TRAMULLAS

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La única representante del Estado español en el veterano festival de fotografía Les Rencontres d'Arles (Francia), que arranca pasado mañana, es una barcelonesa de apenas 30 años que ya acumula exposiciones y reconocimientos (FotoPres, premio revelación PHotoEspaña). Tras pasar seis años en el extranjero -estudió fotografía en Nueva York y trabajó como editora de la revista Colors en Italia- se ha instalado en Barcelona y ha visto cómo la sección de fotografía del Museu Nacional d'Art de Catalunya adquiría su trabajo sobre la anorexia, Thinspiration.

Artista-periodista. Retrata y expone la intimidad como clave para explicar la realidad.

-¿De niña ya quería ser fotógrafa? No, mi abuela decía que quería ser investigadora privada. Yo no me acuerdo, pero algo tendrá que ver porque mi formación es periodística y la parte que más disfruto de mi trabajo es la investigación. Siempre he buscado el porqué de las cosas y trabajo mucho a través de la empatía; si entiendes las cosas, es más fácil empatizar con la gente.

-Estudió Periodismo, pero la empatía no se enseña en una facultad. No, pero sí que la descubrí durante mi etapa universitaria. Fui a cubrir los funerales de la masacre de Srebrenica, en Bosnia, y ante aquellos miles de personas que enterraban a sus familiares bajo la lluvia me di cuenta de que jamás sería capaz de conectar con aquel inmenso dolor. Necesitaba hablar de historias más próximas a mí.

-¿En qué tema ha invertido más empatía? En Epilogue (Epílogo), un fotolibro en el que trato las repercusiones tras la muerte por bulimia de Cammy, una mujer de 26 años de Tennessee (Estados Unidos). La familia me dio acceso al álbum de fotos y a sus diarios. Yo dormía en la habitación de Cammy y por la noche fotografiaba aquellos documentos y pensaba: «¿Cómo se sentiría ella si yo publicara esto? ¿Y su familia? ¿Y sus amigos?». La última cosa que me dijo su madre fue: «No quiero que hagas un libro que me guste a mí, quiero que hagas un libro que cuente la verdad». Fue el regalo más grande.

-¿Afecta tanta intimidad con las fuentes? No siempre es así, pero normalmente lo paso muy mal. Con los años he aprendido a poner un poco de distancia, porque si el tema me afecta demasiado no puedo entenderlo y, por lo tanto, no lo explicaré bien.

-En Arles expone un trabajo sobre el aborto ilegal, que es la primera parte de su proyecto Una historia de la misoginia. ¿Se ha especializado en las mujeres? El aborto para mí no es un tema de mujeres, es un tema político y de derechos humanos. ¡He estado en una prisión de El Salvador con mujeres condenadas a 30 y 40 años por un aborto involuntario!

-¿Ha sido muy difícil acceder a ellas? Es lo más difícil que he hecho, porque la gente se arriesgaba mucho al colaborar conmigo. Supe de una niña de 9 años de Nicaragua, violada y embarazada, y quise visualizar su caso a través de la ecografía. Durante seis meses llamé cada día a su ginecólogo y al final la ecografía me llegó un día antes de montar la exposición.

-Con solo 30 años ha publicado en los principales diarios y revistas del mundo. Cuando un dominical me publicó seis páginas por primera vez pensé que salvaría a todas las chicas con anorexia. Luego me di cuenta de que, incluso en los grandes medios, el impacto es pequeño. Yo cuento historias a través de fotografías, vídeos, audios, textos, fotolibros... y me conformo con que a la poca gente que llegue a impactar le provoque un impacto fuerte.

-¿Es eso lo que busca? ¿Impactar? Busco que la gente entienda la gravedad de las cosas sin necesidad de ser excesivamente dramática. Salvando las distancias, si la gente entiende que hay mujeres encerradas por abortar quizá se lo piense dos veces antes de votar al PP para que imponga una ley del aborto más restrictiva.