Gente corriente

Jaume Xarrié: «A los catalanes nos gusta más innovar que copiar»

Anticuario y experto en arte. Especialista en los relojes domésticos catalanes del siglo XVIII.

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OLGA MERINO

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Empezó en la construcción a los 24 años como aparejador, pero muy pronto se entusiasmó por las antigüedades. Jaume Xarrié Rovira (Barcelona, 1940) montó su primer negocio en un local de la calle Aribau que había sido relojería, de las mejores. Una simple casualidad hizo florecer una pasión.

-Lo primero que me llamó la atención fue que no se hubiera estudiado a fondo la relojería catalana, aun cuando había sido importante. Mi primer paso fue buscar como socio investigador al profesor de Relojería Eduard Farré.

-¿Y qué descubrieron?

-Organizamos varias exposiciones en los años 90 para llamar la atención de los coleccionistas, y llegamos a contabilizar un total de 170 relojes de fabricación catalana en el siglo XVIII. De entre ellos, 58 están depositados en museos y organismos oficiales.

-¿El más antiguo?

-Data de 1721 y fue armado en Mataró. Ocurre, sin embargo, que la tradición duró solo un siglo, con lo que quedan muy pocos ejemplares. Intuimos que se ha salvado el 7,5% de la producción total (unos 2.000 relojes).

-¿Una industria desaparecida?

-En el siglo XIX, empezaron a entrar en el país relojes franceses y alemanes, piezas más baratas porque estaban fabricadas en cadena, en los albores de la revolución industrial. Solo un siglo de tradición; por eso son tan preciados. ¿Sabe? También recuperamos el reloj de Montserrat, que habían expoliado las tropas napoleónicas en 1811.

-¿Cómo arrancó la tradición?

-Tras la guerra de sucesión de 1714, Felipe V prohibió la fabricación de armas y la trasladó en exclusiva a Éibar, en Guipúzcoa.

-¿Y entonces?

-Cañoneros, cerrajeros y culateros se quedaron sin trabajo, de manera que los talleres artesanos que habían fabricado armas se atrevieron a construir relojes domésticos. Los copiaban del campanario del pueblo. La escasez de conflictos hasta 1808 ayudó a la recuperación económica de Catalunya.

-¿Dónde los fabricaron?

-En 12 poblaciones: Arenys, Barcelona, Centelles, Gironella, Igualada, Manresa, Mataró, Moià, Olot, Sant Joan de les Abadesses, Terrassa y Vic. A veces llevan grabada la localidad, el nombre del artesano y hasta un número de serie.

-¿Tenían algo de particular esos relojes?

-Sí, tienen un aspecto tosco, poco pulido, por su naturaleza artesanal. Pero lo más importante en su diferencia está en la rueda dentada que distribuye la fuerza motriz de los pesos del péndulo.

-¿Distinto? ¿En qué?

-En el reloj catalán la rueda tiene dientes uniformes, como triángulos equiláteros, mientras que en el resto del mundo los dientes son como aletas. Por eso, un congreso de relojería celebrado en 1958 en Alemania bautizó de forma oficial el mecanismo como «rueda de escape catalana».

-¿Eso marca alguna diferencia?

-El reloj catalán es muy, muy seguro en su funcionamiento, solo que puede atrasar un pelín.

-Ah, el espíritu práctico…

-Mire, tengo observado que a los catalanes nos gusta más innovar que copiar. Ya me di cuenta, durante mi tiempo en el mundo de la construcción, de que la terraza al estilo catalán, con las cubiertas ventiladas y las escaleras con bóveda tabicada, son únicas. En el mundo de las antigüedades también descubrí dos cosas exclusivas.

-¿Aparte de los relojes?

-Sí, en las pistolas. Las catalanas, las fabricadas en Ripoll, por ejemplo, son las únicas que llevan a la vista el muelle que dispara el mecanismo.