NUEVO ATRACTIVO PIRENAICO

Huida de Hitler por Lleida

La Massana 8 Monumento a quienes ayudaron a cruzar a los judíos, en Andorra.

La Massana 8 Monumento a quienes ayudaron a cruzar a los judíos, en Andorra.

LAURA BIELA
LLEIDA

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Se calcula que fueron entre 6.000 y 8.000 los judíos que cruzaron el Pirineo leridano durante la segunda guerra mundial huyendo de la persecución nazi. En muchos casos, familias completas. Los primeros en llegar, entre septiembre de 1939 y junio de 1940, pasaban con su propia documentación por la aduana del Pont del Rei, en el Vall d'Aran, y por la Farga de Moles, cerca de La Seu d'Urgell, en la frontera con Andorra. Aunque a mediados de 1940 ya no pudieron hacerlo. El Gobierno español, por las presiones de Alemania, cerró las fronteras y, desde ese momento, los judíos se vieron obligados a cruzar las montañas clandestinamente.

La mayoría eran detenidos por la Guardia Civil cuando llegaban a Tavascan, Es Bordes o Alós d'Isil. Una vez retenidos, se les trasladaba a las cárceles del partido judicial de Sort o de La Seu d'Urgell, para desplazarlos a los pocos días a Lleida, donde el gobernador civil decidía qué hacer con ellos.

«Normalmente, a los hombres de entre 18 y 40 años los llevaban al campo de concentración de Miranda de Ebro, en Burgos. Las mujeres, los niños y las personas mayores se quedaban en Lleida», explica Josep Calvet, historiador y asesor del programa Perseguits i salvats puesto en marcha por el Patronato de Turismo de la Diputación de Lleida, que ha señalizado cuatro rutas por las que los judíos huían del nazismo a través del Pirineo leridano. Podían permanecer encerrados meses, e incluso más de un año. Cuando salían, sus esposas ya habían tramitado a menudo la documentación a través de los consulados y las embajadas para poder viajar a Estados Unidos o a Palestina, «que es adonde querían llegar», apunta Calvet.

Unos 2.000 lograron no ser detenidos en el Pirineo de Lleida y escapar. La mayoría de estos afortunados iban acompañados de un guía catalán, residente en la zona, que conocía a la perfección los caminos y su gente; sabía dónde podía esconder a los judíos y en qué casas podían refugiarse. Algunos ya habían realizado la misma tarea, en sentido contrario, durante la guerra civil.

Los propios vecinos también jugaron un papel muy importante. Muchos dieron comida y ropa a los judíos que huían de la barbarie. Ya no queda nadie que pueda relatar en primera persona cómo se vivió esta brutalidad, pero Calvet sí conoce anécdotas. Hace unos 12 años habló con personas que les ayudaron a escapar. Comenta que uno de los aspectos que más les llamaba la atención era la «cultura y la formación de los judíos que llegaban a España. Muchos eran médicos, abogados o ingenieros. Hablaban idiomas y eran muy educados». Estas afirmaciones eran las que más se repetían entre la población de Montgarri, Esterri o Sort, algunos de los municipios en los que se refugiaban los judíos tras pasar la frontera.

«Franco no los quería aquí»

Los vecinos también recuerdan que llegaban «destrozados», añade este historiador, sin fuerza para seguir. Este es el motivo por el que algunos pasaban una noche en algún municipio de la provincia para continuar al día siguiente la huida hacia Barcelona. Desde allí, la mayoría viajaban hasta Portugal. «El objetivo era abandonar cuanto antes la Península. Franco no los quería aquí», comenta Calvet. En ocasiones los propios guías los acompañaban hasta el consulado británico en Barcelona. Allí estos cobraban una propina por cada judío que llevaban hasta la delegación, la principal motivación por la que desempeñaban este tipo de trabajos. Otros se subían a algún autobús de línea o lograban coger el tren en Balaguer, la única estación que había en la zona por aquel entonces, para emprender la marcha. Algunos, aunque muy pocos, contrataban algún servicio de taxi de montaña para que los trasladara hasta la capital catalana. La mayoría se costeaba el viaje, aunque entre 1943 y 1944 se crearon redes que les ayudaban a pagar.

Tarde o temprano, y pese a que algunos fueron entregados por el Gobierno de Franco a Berlín, casi todos huyeron. «Ninguno se quedó en el Pirineo de Lleida ni en España», explica el historiador. Ahora muchos de sus descendientes viajan desde Israel para conocer la zona. Algunos con el objetivo de descubrir las vías por las que huyeron sus antepasados.