LA CONQUISTA DE LA ANTÁRTIDA

Hazaña centenaria

La expedición de Amundsen se convirtió en la primera en alcanzar el polo Sur hoy hace un siglo

Roald Amundsen.

Roald Amundsen.

EDWIN WINKELS
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El librito es amarillento y consta de solo 9 páginas y la portada. La primera edición es del 8 de marzo de 1912. El precio, 10 centavos de dólar. El breve relato empieza más de un año antes.

«El 10 de febrero de 1911 comenzamos a labrar nuestro camino hacia el sur. Desde ese día y hasta el 11 de abril construimos tres depósitos, que entre todos contenían unos 3.000 kilos de provisiones. A 80º latitud sur, 1.600 kilos, de ellos 1.100 de carne de foca; 700 kilos a 81º, y 800 kilos a 82º. Como no había puntos de referencia en el paisaje, los depósitos se señalizaron con banderas, hasta a 7 kilómetros, tanto hacia el este como al oeste».

Cuentan de Roald Amundsen que supo preparar al detalle sus aventuras. El gran explorador noruego no quería que le sorprendiera nada, aunque es difícil cuando se decide explorar la Antártida e intentar ser el primero en alcanzar el polo Sur. Además, sin decírselo antes a nadie, ni a la tripulación ni a los coexpedicionarios.

Hoy se cumplen 100 años desde que Amundsen llegó con cuatro compañeros al lugar exacto del polo Sur, los 90º sur del planeta. Una hazaña de la que no pudo informar al mundo hasta casi tres meses después, cuando su barco, el Fram, atracó en Hobart (Tasmania), desde donde envió los primeros telegramas. Pero durante el viaje de regreso ya tuvo tiempo de escribir en una libreta sobre la aventura, historia que se convirtió en ese librito, ahora amarillento, editado por The New York Times.

Amundsen había zarpado casi dos años antes de Oslo, para llegar en enero de 1911 a la Antártida. «El sol nos abandonó el 22 de abril y no volvería hasta cuatro meses después». Durante ese largo y oscuro invierno en la bahía de Ballenas, donde les dejó el barco, «la temperatura más baja fue el 13 de agosto, con 59º bajo cero». Pero el tiempo fue bastante tranquilo. «Me esperaba tormenta tras tormenta, pero solo hubo dos muy moderadas y muchas más excelentes auroras australes». El 24 de agosto reapareció el sol.

Cambio de rumbo

Habían llegado tras una larguísima travesía casi desde el Ártico, con la última parada en Funchal (Madeira), donde Amundsen comunicó a sus hombres que no iban al polo Norte, como pensaban, porque los americanos Cook y Peary se les habían adelantado. Así que decidió ir al otro extremo de la Tierra, en competición con el británico Robert Scott.

Scott alcanzó el polo Sur cuatro semanas después que Amundsen, el 17 de enero de 1912, pero en el regreso él y sus hombres perecieron. La tragedia ensombreció mucho tiempo la hazaña de Amundsen, quien, eso sí, les había dejado una tienda de campaña en el polo Sur, con una histórica carta, por si no regresaba. «Querido capitán Scott, como usted probablemente sea el primero en alcanzar este área después de nosotros, le pediría que fuera tan amable de expedir esta carta al rey Haakon VII».

Fueron 1.400 kilómetros por hielo y nieve, glaciares y montañas. «Salimos el 20 de octubre: cinco hombres, cuatro trineos, 52 perros y provisiones para cuatro meses. Todo en orden, excelente». Amundsen llegó a calificarlo en algunos momentos de un «viaje de placer» en el que lo más duro fueron las tormentas de nieve y cuando había que sacrificar a perros para dar de comer a los demás y a los propios expedicionarios, cada vez menos cargados. «Aquella noche, acampábamos a 10.600 pies de altura [3.230 metros]. Tuvimos que matar a otros 24 de nuestros valientes compañeros y mantener a 18: seis para cada uno de los tres trineos». Su rival Scott empleó ponis en lugar de perros.

Noruega celebra a lo grande el Año Amundsen-Nansen -compartido con otro explorador, Fridtjof Nansen, a los 150 años de su nacimiento-, incluida una expedición que sigue estos días exactamente la misma ruta, guiándose por ese relato diario. Según las previsiones, hoy mismo puede llegar: un momento mágico que Amundsen narró con extraña frialdad, exento como todo su relato de heroísmo y descripciones poéticas.

Los últimos días son una enumeración de los grados de latitud que alcanzan él y Helmer Hanssen, Olav Bjaaland, Sverre Hassel y Oscar Wisting, hasta el 14 de diciembre. «Aquel día fue precioso: una ligera brisa del sureste, una temperatura de 23º bajo cero, y el suelo y los trineos fueron perfectos. El día transcurría como de costumbre, y a las tres de la tarde paramos. Según nuestros cálculos, habíamos llegado a nuestro destino».