campaña de concienciación

El olivo de los refugiados

Alumnos de un colegio de Corbera d'Ebre elaboran árboles genealógicos para constatar que muchas familias llegaron del extranjero o emigraron a otros países

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SÍLVIA BERBÍS / CORBERA D'EBRE

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“Si alguna vez llega un niño de Siria a Corbera d’Ebre le invitaría a mi casa y le explicaría dónde están mis raíces, porque también llegan muy lejos, hasta Pakistán”, afirma convencida la pequeña Harran Iltaf.

A sus nueve años no recuerda cómo llegó su familia a este pequeño pueblo de la Terra Alta donde reside desde que tiene memoria, pero ya conoce parte de su historia, y al observar las ruinas escalofriantes de un núcleo de población humilde borrado del mapa en la guerra civil, ochenta años atrás, empieza a establecer paralelismos con las colas de refugiados cruzando fronteras que ve en los informativos.

Harran, y sus compañeros de cuarto, quinto y sexto de primaria de la Escola Doctor Ferran han llevado a cabo este martes, coincidiendo con el Día Mundial de las Personas Refugiadas, un ejercicio que quizás ya nunca olvidaran. La ONG Save de Children escogió su colegio, que había tenido ya la iniciativa de vender pegatinas con corazones a un euro para ayudar a los niños huidos de conflictos bélicos y hambrunas, y les propuso trabajar en clase los árboles genealógicos de sus familias.

EN LA PIEL DE LOS DEMÁS

Entendiendo su historia personal se pondrían en la piel de los niños refugiados. Este martes llegaron al Poble Vell de Corbera con sus árboles genealógicos coloreados en folios y la reflexión hecha.

“Hemos visto que no todos venimos del mismo lugar”, apuntaba la pequeña Gemma Queixalós. “Mis padres, mis hermanos y yo vinimos de Rumania, pero nos recibieron muy bien aquí”, añadía a su lado Cristina Cozma, de 11 años. “Han entendido que cada uno tiene unas raíces y que nadie escoge dónde nace, pero crecemos donde plantamos nuestras raíces”, explicaban las profesoras Antònia Llop i Foncalda Uguet.

“Si no acogemos a los refugiados que vienen de otros países, pueden sentirse mal, tenemos que aceptarles vengan de donde vengan porque todos somos iguales”, añadían Ian y Edgar, con la lección bien aprendida. “Si llega algún niño de Siria aquí yo le enseñaría a hablar catalán y la historia del Poble Vell”, prometía otro compañero.

UN PASADO ALECCIONADOR

En Corbera, el peso de la historia es especialmente aleccionador. A los pequeños con familiares procedentes de otros países les fue fácil ponerse en la piel de los migrantes, pero incluso los autóctonos tienen ejemplos tan cercanos que saltan de cualquier sombra entre las ruinas del Poble Vell.

“Vuestros abuelos sufrieron mucho cuando eran niños, tuvieron que irse tras la guerra civil y muchos ya no volvieron nunca, pero hubo gente que les ayudó, y nosotros tenemos que hacer lo mismo”, les exhortaba el alcalde, Antonio Álvarez.

Al llegar a casa, sin embargo, chocan con otra realidad. “Tenemos a 26.000 niños huidos de la guerra y el hambre atrapados en Grecia y los Balcanes, que no pueden llegar a países como el nuestro donde les estamos esperando”, señala Guiomar Todó, responsable de Save de Children en Catalunya.

INCUMPLIMIENTO DEL CUPO

La ONG exige al Gobierno español “que acoja a los 17.000 refugiados que le corresponden, porque tenemos que recordar que a día de hoy sólo han llegado 1.300”. También exigen al Parlament de Catalunya, que inste al Gobierno a habilitar plazas para los menores que transitan por Europa sin acompañantes, que “se encuentran a merced de las mafias, absolutamente desamparados y vulnerables”, apuntó Guiomar.

Según datos del Comitè Català d’Ajut al Refugiat, son 173 los refugiados que han conseguido llegar a Catalunya. Procedentes de Siria, Eritrea, Irak y Palestina, se han establecido en Barcelona, Berga, Lleida, Sabadell, Tarragona y Vic.

Quizás alguno, algún día, llegará también a Corbera d’Ebre. “Si vienen les ayudaría a hacer amigos, a patinar y a bailar”, se comprometía otra alumna. Los folios con los árboles genealógicos colgados en el Poble Vell habrán volado, pero quedará un olivo plantado por los menores de la población para ver que, venga de donde venga el árbol, crece donde echa sus raíces.