AMIGOS QUE VALEN UN RIÑÓN

Donantes de vida

Hay menos accidentes mortales de tráfico y ha descendido la donación procedente de cadáveres. Los especialistas en trasplante de riñón piden a la ciudadanía que medite y reflexione sobre la donación en vida entre familiares o amigos. Nos va en ello la vida. Aunque sea de otros.

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Los italianos dirían «se non è vero, è ben trovato». Si no es exactamente así, no tiene mucha importancia pues podría parecerse mucho a la realidad. Podría hasta haber sido así. En realidad fue así, sí.

Cuentan que, en el siglo XV, cuando Diego de Almagro, el segundo de Francisco Pizarro, regresó a España tras la conquista del imperio inca,  Carlos I le preguntó qué tal había ido todo, a lo que Almagro respondió: «La dominación me ha costado un ojo de la cara». Hay quien relata que lo que realmente dijo Almagro, su expresión para describir lo costoso de aquella conquista, fue «me ha costado un riñón». De ahí derivaron, seguro: «Me está costando un riñón pagar el piso». O «estas Navidades me han salido por un riñón». O «ese coche no me lo podré comprar porque cuesta un riñón».

Baja el número de cadáveres

En el diminuto despacho de la Fundació Puigvert del doctor Lluís Guirado (mesa, sillón, dos sillas, ordenador y cafetera para resistir las máximas horas posibles), los riñones están a la orden del día. Y todos son gratuitos. Aunque, sí, tienen un valor tremendo, único. Tanto que salvan vidas. El problema, la inquietud, el caos es que, a la felicidad del hecho de que ha descendido el número de muertos en accidentes de tráfico, especialmente jóvenes, aumenta la preocupación de que, desde hace unos años, cuesta muchísimo más salvar esas vidas.

El equipo del doctor José Ballarín, director del servicio de Nefrología de la Puigvert, integrado por los doctores Guirado, Alberto Breda y las doctoras Carme Facundo, Cristina Canal y Núria Serra, manejan la mayor y mejor información del mundo alrededor de los trasplantes de riñón. Y, evidentemente, sobre el tratamiento necesario en cuanto detectan algún problema en sus pacientes. No hay nadie, nadie, en ningún otro rincón de España, ni del mundo, que ofrezca tanta y tan buena información para afrontar una enfermedad mortal. Los pacientes y sus familiares son asesorados sobre todas las vías que tienen a su alcance para afrontar la curación, como pueden ser someterse a diálisis, ponerse en lista de espera de donante de cadáver o buscar, entre familiares y amigos, un donante vivo.

Más donación en vida

Este último punto, reconocen los doctores, no suele ser tenido en cuenta en casi ningún otro punto de la geografía española. ¿Por qué? Porque el proceso para poder realizarse la donación y el trasplante requiere una supervisión legal larga, laboriosa y detallada que concluye con el visto bueno de un juez. Pero esta es, curiosamente, la vía que los expertos consultados por Más Periódico consideran «vital, necesaria, imprescindible y urgente» para poder superar el embudo que ha provocado el alarmante descenso de la disponibilidad de órganos procedentes de accidentes mortales, que ha hecho que las donaciones que se obtienen por esa vía hayan pasado del 50% a solo el 5%.

«Todos, por supuesto, ¡cómo no!, ¡faltaría más! -explica Guirado mientras mueve su café con una cucharita de plástico- estamos sumamente contentos de que, el pasado año, el índice de mortalidad en las carreteras descendiera a niveles de 1960, produciéndose el mayor descenso en los grupos de edad entre los 35 y 44 años (un 25% menos) y los de 15 a 24 (un 20%). Pero esos datos son los que nos han empujado a buscar otro tipo de donantes».

El uso obligado del casco en los motoristas, el cinturón de seguridad y el airbag en todos los coches, el mayor número de controles de alcoholemia y el rejuvenecimiento del parque móvil han obligado a los doctores a agudizar su ingenio para resolver una ecuación complicadísima: hay menos órganos y hay más gente que necesita un trasplante porque antes todos nos conformábamos con vivir lo que tocaba; ahora, conocedores de los adelantos médicos, todo el mundo quiere trasplantarse. «Antes -recuerda Guirado-, más allá de los 60 años, no se trasplantaba; ahora estamos haciendo trasplantes a personas de más de 80».

La primera idea, catalogada de «auténtica locura» en los congresos a los que acudía el equipo del doctor Ballarín, fue coger donantes de más de 60 años. «La razón era sencilla: si nos iban bien los donantes de 58 años, por qué no nos iban a ir bien los de 61, 62 o 63, si hay personas mucho más enteras a esa edad que algunos de 45». Los médicos catalanes también ganaron esa batalla. Y no solo la de los 60, también la de los 70 y hasta los 80. «Logramos donantes viejos para viejos (y cuando Guirado pronuncia la palabra viejo lo hace con enorme mimo, respeto y cariño), y reservamos los pocos donantes jóvenes que teníamos para jóvenes». Cuenta Guirado que a los abuelos siempre les pone el mismo ejemplo: «Usted hágase a la idea de que se desplaza en un 600 y solo puede ir a 80 por hora, pero ¿verdad que se desplaza? ¿verdad que llega?, pues sepa que no le puedo poner un Mercedes porque no le sería útil, no lo necesita, no le sacaría todo el partido».

Los expertos explican que, a princios del nuevo siglo, la donación de cadáver ocupaba en España el 99%, quedando solo un 1% para las donaciones de vivos, cuando en los países nórdicos era del 50%, y en Estados Unidos, del 40%. «Hay que reconocer que, durante los últimos años, nos hemos estado mirando el ombligo porque éramos los primeros, no solo en la técnica del trasplante, sino también en la donación de cadáver, pero, por los problemas señalados antes, nuestra repuesta para hacer frente a la gran demanda que tenemos ha sido muy mala», señala este experto que lucha, junto a sus compañeros, en mejorar esos datos.

Y es ahí donde se decide acelerar la donación en vida, gracias a los enormes adelantos, especialmente farmacológicos, que hacen que la única compatibilidad importante, vital, sea poseer el mismo grupo sanguíneo, pues todo lo demás se puede superar con medicación. Y es cuando la Puigvert hace el primer trasplante entre amigos «también muy criticado –recuerda Guirado–, porque muchos dijeron que era muy peligroso al abrir la puerta al tráfico de órganos, acusación que, como se ha demostrado, era una barbaridad».

No todo es generosidad

Parece evidente que nadie, nadie, cuestionaría la donación entre familiares y, sin embargo, sí hay quien critica la donación entre amigos. «En este despacho –relata Guirado–he visto de todo. La sugerencia de que el donante salga de la familia es lo primero que se le comenta al paciente, al que, inmediatamente, se le plantea la posibilidad de encontrar un amigo que le ayude o se preste a cederle un riñón». A Guirado no le importa reconocer que, cuando dice que ha visto de todo, significa que ha visto «mucho más cariño y amor entre amigos que en algunos familiares y, por tanto, puedo certificar que hay tantos amigos como familiares dispuestos a donar».

Guirado, al igual que otros componentes de su equipo, nunca olvidará, por ejemplo, a aquella mujer que, tras recibir toda la información de los doctores en presencia de su hija enferma y abandonar el despacho, regresó sin su hija para decirle al médico: «Doctor, estoy muy enfadada con mi hija porque fíjese si es egoísta que, para no someterse a diálisis, prefiere que yo le done uno de mis riñones». O aquel padre que, mientras el doctor le daba todo tipo de explicaciones delante de su hijo enfermo, abandonó su silla y, colocado a las espaldas del muchacho y sin que el chaval le pudiese ver, le iba haciendo gestos e indicaciones al doctor de que no contase con él para donarle un riñón.

Guirano aprovecha la ocasión para, estadísticas en mano, explicar que las madres donan el doble que los padres. Esos mismos datos hablan de un tercio de donaciones entre matrimonios («nunca olvidaré a aquella mujer que le donó el riñón a su marido y, un año después, me reconoció que lo había hecho porque, por culpa de la diálisis, estaba harta de quedarse sin vacaciones y entonces podría volver a ir de viaje»), un tercio de padres a hijos y un tercio entre hermanos y amigos.

Y llegados a este punto, cuando son las amistades las que se prestan a ayudar, una vez seleccionado el donante, se pone en marcha la maquinaria médico-judicial. Entrevistas, médico externo controlando el proceso, visto bueno del psicólogo y psiquiatra, comité de ética multidisciplinar que interviene en la selección y, finalmente, la luz verde, o no (hasta ahora siempre ha dado su consentimiento), de un juez, en este caso, una jueza: Nuria Alonso.

Evitar el mercado negro

«Todo este proceso –explica Alonso, titular del Juzgado de Primera Instancia nº 28 de Barcelona– no se hace porque no nos fiemos de la gente, ¡ni hablar! Se hace, precisamente, para ofrecer plenas garantías al donante y al receptor. Se hace porque lo dice la ley; se hace porque queremos evitar el mercadeo y, lo que es peor, el tráfico de órganos». Alonso recuerda que en otros países sí se ha entrado a debatir sobre la compraventa de órganos. «Aquí no, aquí hemos optado por la versión altruista de la donación, sin mediar dinero. El problema, insisto, es que aparezca un mercado negro de órganos. Y, frente a eso, es la ley quien nos protege a todos, especialmente al donante, que ha de ser debidamente informado, con todo lujo de detalles del proceso, porque lo dice la ley y porque es un tema muy, muy, delicado».

Alonso, que tiene la última palabra sobre los trasplantes de donación de vivos de la Puigvert, Clínic, Vall d’Hebron y Hospital del Mar (un juzgado de Badalona se encarga de Can Ruti, y otro de Esplugues, de Sant Joan de Déu), recuerda que la ley es muy clara en ese sentido: las explicaciones que hay que ofrecerle al donante (el receptor no acude a la reunión con la jueza) han de ser lo suficientemente claras, «como si lo tuviese que entender un incapaz». Eso dice la ley. «Yo les explico incluso el destino de su órgano en caso de que, por la circunstancia que sea, que puede ocurrir, pueden ser múltiples, no pudiese implantarse en quien iba a recibirlo. El donante tiene derecho a saberlo todo y así lo dice la ley». Ni que decir tiene que Alonso reconoce estar «encantada» de hacer ese trabajo: «Es lo más hermoso que hacemos en los juzgados, un lugar donde la gente suele venir a pelearse, a discutir. Yo, en este caso, no resuelvo los enfrentamientos entre personas, sino represento a la Administración, como garantía del proceso. Soy casi como un notario, pues el trabajo grueso lo realizan los equipos de los centros médicos».

Alonso reconoce que «la donación en vida es un acto de generosidad brutal». Y, aunque tampoco quiere exteriorizarlo, siempre tiene la sensación de que está frente a gente que quiere ayudar a vivir. Pero la ley es la ley. «A mí me parece bien que haya un control», explica Enric Cumi, donante de Besalú. «Todos sabemos que, en muchos países, se mata por un riñón». El de Cumi resucitó a su amigo Enric Xargay, que, cuando le hablan de si Cumi cobró, suelta: «¿Cobrar?, pero si tiene más dinero que yo, ya que la restauración no ha sufrido la crisis de la construcción». Sor Rosa Maria, cuyo riñón luce espléndido en el cuerpo de Sor Irene, también está conforme con la ley. «Entre otras cosas, porque yo podría dejar la congregación, cosa, desde luego, que no he pensado en ningún momento, y reclamar mi riñón o el pago correspondiente».

Quererse como hermanos

Si en algo coincide el doctor Guirano y la jueza Alonso es que la gratitud se puede expresar de mil maneras y nadie puede cuestionarla. «Hombre, aquí un día llegó, un año después de ser operados, dos hermanos y el receptor, al ausentarse el donante, me dijo: ‘Bueno, la verdad doctor es que pacté con mi hermano que si me daba un riñón, se quedaría con el mejor de los pisos que heredaremos’. ¿Eso es compra? ¿es venta?». Es. Todo el mundo entiende que dos amigos/as lleguen a quererse como hermanos/as. «Lo más importante en esta relación –explica Belén Bermúdez, a quien su amiga «del alma» Ester García le donó un riñón– «es que ella sabe que no voy a estar todo el día dándole las gracias, aunque no hay día que no piense en ella y en la generosidad que tuvo; y ella tampoco va a estar recordándomelo toda la vida. En eso se basa la amistad, ¿no?» Pues sí, en eso y en quererse como hermanos. O más, o más.