La crisis de Fukushima continúa dos años después del tsunami

La última filtración confirma elevó la alarma del nivel 1 al nivel 3 en una escala con un máximo de 7

Los tanques donde se almacena el agua empleada para refrigerar los reactores dañados en la planta de Fukushima.

Los tanques donde se almacena el agua empleada para refrigerar los reactores dañados en la planta de Fukushima. / MY**TOK** OTA**TOK**

ADRIÁN FONCILLAS / Pekín

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La central de Fukushima sigue más ligada a la prensa diaria que a los libros de historia que han de recordarla por ser el escenario del peor desastre nuclear tras Chernóbil. La planta no ha dejado de emitir noticias alarmantes desde que fuera barrida por el tsunami del 2011. La pasada semana, la filtración de 300 toneladas de agua muy contaminada de un tanque al terreno circundante justificó que la Autoridad de Regulación Nacional (NRA) elevara la alarma del nivel 1 de "anomalía" al 3 de "exposiciones que multiplican por 10 o más los niveles admitidos para los trabajadores", en una escala con un máximo de 7. Cada contratiempo resucita los temores atávicos en el único país que ha sido víctima de un ataque nuclear.

El fin de la pesadilla se intuye lejano por la dificultad de gestionar una situación sin precedentes y la ineptitud de Tepco, la empresa propietaria de la planta. Desmantelar Fukushima es un reto mayúsculo. Tras el accidente se abrió el debate de qué hacer con ella. Algunos sugirieron la drástica solución aplicada en Chernóbil en 1986: encerrarla en un muro de hormigón. Pero las diferencias entre la central ucraniana y la japonesa llevaron a desestimarla. La hoja de ruta prevé el desmantelamiento de la central en 40 años.

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