Canarias

Las prospecciones que la empresa Repsol ha realizado en el mar frente a las islas Canarias han acabado sin éxito. La empresa ha comunicado que el gas y el petróleo que se han detectado no son suficientes en cantidad y calidad para seguir y por lo tanto se retira. Unos han afirmado que es una buena noticia, y otras, que es mala. Quizá la discusión no valía la pena.

En estos momentos no podemos funcionar sin quemar combustibles fósiles. Los necesitamos para manejar coches, tractores y camiones, para producir una parte importante de la electricidad y para que funcionen industrias, además de ser el origen de muchos productos. Un país como España importa casi todo el petróleo y el gas que usa. Si se pudiera producir en casa sería un ahorro importante. En Brasil, por ejemplo, han hecho grandes inversiones para explotar pozos en el mar y parecen estar de acuerdo.

Hay gente que no está contenta cuando los pozos de petróleo aparecen frente a su casa. Nuestras costas son la base de uno de los mejores negocios que tenemos, el turismo, y es probable que a los turistas no les guste tener delante de su hotel una instalación que asociamos a riesgos y suciedad. Era el argumento de las autoridades canarias para oponerse a las prospecciones. De esta manera se renuncia a posibles retornos económicos que eran, por ejemplo, uno de los argumentos en el referéndum por la independencia de Escocia.

Si la política que defendía el Gobierno central o el Gobierno de Canarias es la correcta deberían decidirlo los votantes. Pero el tipo de modelo energético que queremos para nuestro país y a nivel global no es algo que discutamos mucho. Y sería esencial. Un estudio reciente proponía que si queremos controlar los cambios del clima deberíamos dejar el petróleo bajo tierra. En cambio, su precio baja de forma acelerada, vuelven los coches grandes y ciertas inversiones en energía parecen imposibles. Y en todo esto nadie ha votado nada: ni en Canarias ni en ninguna parte.