Renuncia en Interior

Manel Prat, la caída de un 'jasp'

El ya exdirector general de los Mossos intentó modernizar el cuerpo pero acabó devorado por su mala gestión de los casos de abusos policiales. Al final, el 'conseller' y los comisarios le dieron la espalda

Manel Prat mira a Ramon Espadaler durante una rueda de prensa sobre la muerte de Benítez, en octubre.

Manel Prat mira a Ramon Espadaler durante una rueda de prensa sobre la muerte de Benítez, en octubre.

ANTONIO BAQUERO
BARCELONA

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Eran los días en que el equipo del entonces nuevo conseller Felip Puig tomaba las riendas de Interior con el convencimiento de que nadie podía gestionar esa conselleria peor que el exconseller Joan Saura y que con cuatro palmadas en la espalda de Mossos d'Esquadra y Bombers todo iba a funcionar como un tiro. Esa suficiencia llevó a Puig a destinar para el siempre peliagudo puesto de director general de la Policia a Manel Prat, una joven promesa de CiU que contaba además con la plena confianza del president Artur Mas.

«Es un crack, ya veréis», decían de él en el entorno de Puig, quitando hierro a su juventud, apenas 38 años, y a que careciera de la más mínima experiencia en materia de seguridad pública. Ante eso, se resaltaba su perfil jasp (joven aunque sobradamente preparado) de gestor experimentado. Prat, nacido en Córdoba y criado en Olot, había crecido en el seno de las juventudes de Convergència Democràtica de Catalunya y antes de cumplir los 30 ya era jefe de gabinete de Puig en la Conselleria de Política Territorial. El partido tenía en él grandes esperanzas y fue de los jóvenes de CDC con cargo en la Administración a los que salvó tras perder el Govern. De ahí fue enviado de comisario político de CiU al Fòrum de les Cultures, de donde pasó a ser gerente de la Fundació Jordi Pujol.

Sus primeros pasos al frente de los Mossos fueron bien recibidos. La cúpula del cuerpo, varios de cuyos comisarios no ocultaban su simpatía por CiU y habían hecho labor de zapa durante el mandato de Saura, celebraba los nuevos tiempos. Prat se mostraba en esos momentos como un trabajador incansable, que pasaba noches en vela diseñando la nueva estructura de la policía, empeñado en subir la autoestima y confianza de los agentes y que decidió incluso que había que cambiar el nombre que recibía el jefe policial del cuerpo. «Eso de subdirector operativo no expresa nada. Estoy buscando otro nombre», comentó en un encuentro con periodistas. Finalmente, bautizó el puesto como comisari en cap y la jefatura de Mossos como prefectura.

Educado para mandar, su personalidad siempre ha sido fuerte. En los dispositivos de orden público les señalaba a los policías incluso dónde debían colocarse las furgonetas de los antidisturbios. Si estos rechistaban, les recordaba que ahí mandaba él.

Las cosas tardaron poco en torcerse. El 27 de mayo del 2011, la decisión de desalojar a los acampados en la plaza de Catalunya derivó en un monumental fiasco. Esa fue la primera de sus decisiones polémicas, avaladas siempre por Puig. Tras los violentos disturbios producidos durante la huelga general del 29 de marzo del 2012, Prat puso en marcha una web de delación ciudadana, muy criticada por la oposición. Sin embargo, el principio del fin fueron la mutilación ocular de Ester Quintana y la muerte de Juan Andrés Benítez durante una detención.

Prat se marcha sin rectificar sobre ninguno de ellos. Del primero insiste en que no se dispararon pelotas. Del segundo, que la actuación de los Mossos fue correcta. En el caso de Quintana tardó nueve meses en pedirle disculpas.

No obstante, de su gestión no solo quedan actuaciones polémicas. Durante su periodo en el cargo ha reorganizado la estructura de los Mossos d'Esquadra. «Hasta ahora era una policía pensada para desplegarse. Ahora ya lo está. Hay que cambiar. Debe asentarse», acostumbraba a decir un hombre al que la marcha de Puig dejó solo con un nuevo conseller, Ramon Espadaler, que nunca confió en él y con unos mandos policiales que le dieron la espalda.