Terapia para pacientes sin cura

Arte frente a la muerte

Nadia Collette, arteterapeuta del Hospital de Sant Pau, en el centro.

Nadia Collette, arteterapeuta del Hospital de Sant Pau, en el centro.

ÀNGELS GALLARDO
BARCELONA

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Una mañana en que se sentía calmado, Vicente, de 58 años, enfermo de uncáncerincurable y avanzado del que estaba perfectamente informado, accedió a la propuesta de unaterapeuta artísticadelHospital de Sant Paude expresar con colores en una cartulina qué le pasaba por la cabeza. Pintó un tanque con 10 grandes ruedas. Se sentía en una guerra. La pintura quedó allí, y, días después, sin saber cómo, Vicente notó que aquella obra absorbía algo del dolor de todo tipo que le dominaba. Entonces decidió cambiar el objeto pintado que lo representaba. Colocó una cruz roja en la puerta del tanque y lo transformó en una ambulancia. «Vio que las cosas más terribles, incluida la muerte, tienen muchas caras. Si el tanque se volvía ambulancia, tenía sentido. Lo situó en el lugar de la reparación», explica Nadia Collette, la terapeuta.

El equipo del que Collette forma parte, coordinado por el oncólogo Antonio Pascual, responsable de la unidad decuidados paliativosdel Sant Pau, se propone reunir en los próximos dos años a 150 enfermos de cáncer en situación similar a la de Vicente, con el objetivo de comprobar si el recurso de la expresión artística consigue que personas a las que la medicina ya no ofrece remedios curativos conecten con su aspecto sano. Se trata de que descubran que incluso en ese periodo la vida tiene un sentido.

El hospital ha autorizado, por primera vez en un centro sanitario de máximo nivel, que esta experiencia se estructure como unainvestigación clínicacuyos resultados puedan reproducirse en otros servicios.

LA PARTE SANA / «Ofrecemos a los pacientes la posibilidad de crear obras de arte, estimulamos los recursos artísticos que forman parte de todas las personas, aunque estén muy enfermas», explica Pascual. «La hipótesis que queremos demostrar -prosigue- es que la creación plástica les beneficia, da tranquilidad, bienestar, calma y, sobre todo, les ayuda a encontrar un sentido en esa etapa de la vida de máximo sufrimiento». «La capacidad artística del ser humano es la parte sana que la enfermedad no puede destruir», añade.

Nadia Collette entra en la habitación de los enfermos que aceptan su presencia con una especie de baúl con ruedas que contiene todo tipo de pinturas, folios, arcilla, cartulinas y un aparato de música, que es lo primero que conecta. No les habla del cáncer ni de su historia, pero inicia un diálogo realista. Les propone pintar lo que deseen. La mayoría, como es lógico, empiezan por dar forma a su enfermedad.

El cáncer aparece sobre las cartulinas en forma de insectos o parásitos insidiosos; es un episodio de guerra, el mundo entero en llamas, volcanes en erupciones devastadoras, tormentas, explosiones, cadenas que sujetan de pies a cabeza o nubes negras. Esta última fue la primera representación artística de Montserrat Llavero, de 59 años, vecina de Mollet del Vallès y hospitalizada en Sant Pau de forma reiterada, a la que el cáncer ha eliminado el brazo derecho. Pinta con la mano izquierda.

«He dibujado la muerte a mi manera -explica Llavero-. La he visto como un pedrusco negro como el demonio, hecho con células malas». «Cuando pinto -prosigue-, se me olvida que estoy enferma. Me salen cosas de dentro que no había hablado antes ni con mi marido».

Llavero, explica el doctor Pascual, es un exponente del estado en el que se adentran estos enfermos. «Usted no me verá llorar nunca -dice ella, sincera y sin orgullo-. Estoy aquí. Ni más apagada, ni menos». En opinión de Pascual, estos enfermos «entienden o aceptan el hecho de morir». Un 60% de los enfermos de cáncer en fase avanzada e incurable quieren ser informados de su situación.

OBRAS CON VIDA / El resultado artístico de esta experiencia sorprende a sus impulsores, tanto por la fuerza como por el despliegue de imaginación. Tras su negro debut, Llavero, por ejemplo, pintó un árbol frondoso en tonos cálidos de otoño. «Nada de troncos secos y sin ramas, como sería de esperar en sus circunstancias», explica Collette.

El dolor, la ansiedad y el miedo suelen estar absolutamente confundidos. Raúl, otro paciente de cáncer incurable, pintó una obra estilo Tàpies en cuyo centro situó una consistente letra eme, rodeada de una aureola blanquecina. «Nos dijo que la eme éramos los médicos, que le distanciábamos de la enfermedad con esa franja blanca -explica Pascual-. También podría pensarse que quiso aislar a la muerte o al miedo. El hecho es que, sea lo que fuera lo que representó, eso quedó fuera de él, apoyado en la pared».

Las sesiones dearteterapiasiempre son individuales, estructuradas en cuatro o cinco días que, invariablemente, coinciden con una hospitalización motivada por una recaída o una situación de riesgo vital. Un resfriado puede ser suficiente. «El tiempo es limitado», dice Collette. «Mejoran incluso en una sola sesión -asegura-. Disfrutan con el acto artístico, conectan con su dimensión trascendente. No pierden de vista la enfermedad, pero el cáncer desaparece de nuestra conversación».