ENCUENTRO SOLIDARIO

Ángeles contra la soledad

La comida navideña 8 Ancianos acompañados de voluntarios celebran una comida de Amics de la Gent Gran, ayer en el Hilton de Barcelona.

La comida navideña 8 Ancianos acompañados de voluntarios celebran una comida de Amics de la Gent Gran, ayer en el Hilton de Barcelona.

CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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Anna Arthus, a sus 93 años, vive sola. Tiene un hijo, pero apenas la visita, y a su nieto ni lo reconocería del tiempo que hace que no lo ve. Anda apoyada en una muleta desde que en el 2008 la operaron del fémur tras una caída que la dejó dos horas tendida en el suelo. En su casa, lleva consigo el aparato de teleasistencia. Pero no pierde el humor, ni esa intensa mirada de modista a la que no se le escapa detalle.

Tampoco ha perdido la capacidad de seducir, ni las ganas de dibujar y de escribir poemas y de asistir a la comida de Navidad que, como ayer, convoca cada año la Fundació Amics de la Gent Gran.

Al encuentro, la acompaña desde hace tres años Laura Escrivà, técnica de comunicación, que es, como la llama ella, «su ángel de la guarda». Escrivà es la voluntaria de Amics de la Gent Gran que acude una vez a la semana a su casa para entregar apoyo afectivo y aliviar su situación de aislamiento y de fragilidad. «Hablamos de novios, de todo lo que nos sucede», dice entre risas Arthus. Sola no puede hacer casi nada. «El ayuntamiento se encarga de enviarme comida y de que asistentes sociales limpien el piso», explica.

El día de Navidad lo pasa sola. «Ya estoy acostumbrada. Leo poemas. No soy de las que se deprimen», confiesa. Saca un papel del bolsillo y enseña el poema que compuso para la Navidad del 2013. «El pròxim any, vulgui Déu, que ens trobem junts / que la nostra salut sigui bona / que puguem celebrar la festa de Nadal / amb els Amics de la Gent Gran, que són àngels que curen ferides».

Tras la lectura, Escrivà le pellizca la mejilla con cariño. «Mi madre trabaja de cocinera en una residencia. Siempre he estado cerca de la gente mayor. Por eso me hice voluntaria», cuenta Escrivà, que logró que Arthus volviera a tener noticias de su cuñado y de su sobrino, que viven en Londres y de quienes no sabía nada desde la muerte de su hermana, hace 30 años. «No hablo inglés, por lo cual no nos entendíamos por teléfono y perdimos el contacto», recuerda la anciana. Escrivà aprovechó un viaje a la capital inglesa para buscar a los familiares. «Casualidades de la vida, vivían al lado de donde me alojé. Llamé a su puerta y les enseñé una foto antigua en la que aparecían todos. Desde entonces se escriben cartas que yo traduzco», desvela la voluntaria.

Adultos sabios

Un total de 450 ancianos que viven solos y con pocos recursos económicos participaron ayer en las diez comidas simultáneas de Navidad organizadas por la entidad, tres en Barcelona y siete en otras localidades catalanas como Vic, Sabadell, Vilanova i la Geltrú Sant CugatOriol Alsina, director gerente de Amics de la Gent Gran, informa de que cuentan con 1.030 voluntarios en Catalunya que atienden a unas 875 personas cada año. «Muchos fallecen», lamenta. Para Alasina, los voluntarios trabajan desde el respeto. «Se tiende a tratar a los ancianos como niños, pero son adultos y sabios».

El gerente precisa que envejecer es complejo. «Hay cosas buenas pero también surgen problemas económicos, de salud, de vivienda, y de dependencia. Y lo que es más importante: suelen sufrir carencias afectivas tras la muerte de sus parejas, familiares y amigos. A todo ello se suma que las pensiones en nuestro país son limitadas e injustas», critica Alsina.

Isabel Méndez, que apoya económicamente a la entidad, recuerda que todos queremos llegar a ser viejecitos. «Tendría que ser un valor en nuestra sociedad», agrega. María Alfonso, con 90 años, tiene a su hija en Francia. A ella la acompaña Manel Sanz«Nos encanta cocinar y yo le cuento mis secretos. Fui una gran cocinera», asegura Alfonso, que ha llegado a la vejez con los bolsillos vacíos. «Franco dijo que el dinero de la República no servía. Lo perdimos todo. Años después mi marido y yo invertimos en Banca Catalana. Y de nuevo, nos quedamos sin nada».