UNA GRAN FIESTA MUSULMANA

Sacrificio y nostalgia

Una carnicería 'halal' del Raval de Barcelona preparando piezas de cordero para la celebración, ayer.

Una carnicería 'halal' del Raval de Barcelona preparando piezas de cordero para la celebración, ayer.

FIDEL MASREAL / Barcelona

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Hoy y mañana es fiesta grande para millones de musulmanes en todo el mundo. Obviamente, también para los más de 200.000 que viven en Catalunya. Uno de los cinco pilares del Islam, la peregrinación a La Meca, incluye la fiesta del sacrificio, que se celebra hoy: cada fiel debe inmolar un animal. En la práctica, se trata de sacrificar un cordero vivo. Algo muy común en países como Marruecos.

Por razones de salubridad evidentes, aquí los musulmanes como Driss y Larbi, dos jóvenes amigos marroquís que viven en Barcelona, se tendrán que conformar con comprar el cordero en una carniceríahalaly tratar de reunir a los familiares que tienen aquí. Larbi recuerda los años en los que a él ya muchos otros les dejaban «matar personalmente el cordero, como manda la tradición, en una granja» de El Prat de Llobregat y después «celebrar la comida en una barbacoa. Estaba bien organizado pero lo anularon», explica con nostalgia.

Si se le pregunta qué le parecería que se habilitara algún espacio público para celebrar el sacrificio, a Larbi se le iluminan los ojos. «Ojalá, muchos musulmanes lo agradeceríamos». El presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, Mohamed Hamed Alí, pidió ayer la instalación de mataderos móviles. El Govern recordó que los particulares no pueden sacrificar animales. La Generalitat controlará especialmente los 22 mataderos de Girona dedicados al cordero para velar por la seguridad alimentaria durante la fiesta.

Driss tiene asumido que de sacrificar corderos, nada de nada. «Compraré la carne en una carnicería. Halal, por supuesto». No tendrá nada que ver con lo que pasará en su país de origen: «Desde las diez de la mañana, todo el mundo ya está preparado en casa con el cuchillo. Después, encendemos un fuego en la calle para quemar partes de la piel del animal, y la fiesta dura tres días enteros». Para Larbi la manera más cercana de saborear la tradición se da cuando viaja a Marruecos y allí su tía o su abuela le sirven un plato del mismo cordero de la fiesta, que han congelado para él durante meses. Driss se conforma con todavía menos: «Aunque finalmente no la celebre y no compre el cordero, tendré la fiesta en el corazón». Y es que, como explica la profesora de estudios islámicos Dolors Bramón en su estudioObertura a l'Islam, lo que se pide a los musulmanes sobre los cinco pilares obligatorios es especialmente «la intención expresa» de observarlos.

Otros, como un trabajador paquistaní de la carnicería Zain, prefieren «enviar dinero a la familia en Pakistán» antes que gastar en festejos. Dos niños musulmanes entran en ese momento en la conversación y exclaman orgullosos que en su casa sí lo celebran. Sonríen al hacer el gesto del degüello del cordero.

Un cordero del que una cuarta parte debe entregarse a un musulmán que pase necesidades económicas, según explica Larbi. El precio es de 120 a 150 euros, según la calidad de la carne.

Miles de corderos

Varios encargados de carniceríashalal del Raval de Barcelona coincidían ayer en que la crisis está reduciendo la demanda. «Si no hay dinero, no hay tradición», resumía el encargado de la carnicería Imran & Bilal. «Tengo muy pocos encargos», asegura otro.

Pero en mataderos como el de Pablo Serrano, en Sabadell, no lo han notado. «Como cada año, sacrificamos para esta fiesta unos 2.000 corderos». Sobre la voluntad de los fieles de poder matar al animal, Serrano recuerda que está prohibido, pero «algunos se la juegan y se van al campo». Mientras tanto, Driss y Larbi siguen charlando en la calle. Del cordero pero también de encontrar un trabajo con el que comprarlo.