LA CRISIS alcanza A LA MEDICINA

Los recortes empujan a la sanidad pública a la restricción de servicios

ÀNGELS GALLARDO / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El fulminante recorte presupuestario que la Generalitat decretó el pasado mayo para la red sanitaria pública es palpable ya en los hospitales, tanto en las grandes decisiones de renovar ecógrafos, colonoscopios y escáneres, como en el humilde botellín de agua mineral que recibe el enfermo en su bandeja de comida. Es un recorte de doble efecto: el inmediato, que desde junio merma en un 5% el salario de médicos y enfermeras, y otro, de igual o superior perjuicio, que se concretó en el 3,21% de la actividad médica y sanitaria que dejó de ser financiada por el Servei Català de la Salut (Catsalut).

Para evitar que esto último afecte a la atención médica que reciben los enfermos, los centros han empezado a idear sistemas de ahorro. Algún hospital incluso ha lanzado un llamamiento interno para que el personal dé ideas sobre cómo evitar lo que se malgasta en su servicio. Ese ajuste se está comunicando estos días en multitudinarias asambleas convocadas por la dirección de cada hospital. Jaume Raventós, consejero delegado del Parc Salut Mar, lo expuso así hace una semana en el Hospital del Mar de Barcelona. El 8 de noviembre le tocará el turno al del Vall d'Hebron. En paralelo, las direcciones han empezado a negociar a la baja con la industria farmacéutica el precio de los medicamentos que compran. Y también con las empresas de material diagnóstico y quirúrgico. Una sonda de hemodinamia (que mide la velocidad del flujo sanguíneo en la aorta) no cuesta menos de mil euros la unidad, y su uso es cotidiano. Es solo un ejemplo.

Ha quedado suspendida la práctica habitual de renovar la tecnología diagnóstica y quirúrgica cada dos o tres años. El capítulo de tecnología y fármacos absorbe el 30% del presupuesto de los hospitales, lo que, en un centro de la envergadura del Clínic o el Vall d'Hebron, supera los 100 millones de euros de gasto anual. Desde ahora, los ecógrafos, los sistemas para operar por laparoscopia o los escáneres solo se cambiarán si el aparato se estropea. No antes.

NERVIOSISMO / La amplia capacidad de compra de la sanidad pública catalana deja así de ser un balón de oxígeno para la industria de tecnología médica, uno de los sectores menos afectados por la crisis. Los centros privados nunca renovaron sus sistemas con tanta asiduidad como los financiados por la Generalitat.

La restricción alcanzará este mes a los enfermos. El botellín de agua que se da con la comida a los hospitalizados pasará a ser de pago -serán cerca de 200.000 euros de ahorro anual por hospital-, y el servicio de lavandería se reducirá: las sábanas de las camas de ingreso no se cambiarán a diario, sino cada 48 horas. Salvo las lógicas excepciones. Otro cambio afecta a los permisos de vacaciones del personal sanitario, que ahora se concederán de forma agrupada, para poder cerrar plantas ante ausencias masivas. Las novedades con las botellitas de agua, la lavandería y los nuevos turnos de vacaciones permitirán a cada hospital ahorrar cerca de un millón de euros anuales, según han calculado.

La inquietud que estas y otras medidas causan en médicos, enfermeras y la dirección de los hospitales es creciente, en especial si piensan en el presupuesto del 2012. «Es evidente que hay nervios y preocupación -afirma Raimon Belenes consejero delegado del Clínic-. Los rumores sobre la capacidad de contratación y pago de la actividad por parte del Catsalut son muy poco tranquilizadores. El Clínic ha ampliado su capacidad crediticia y acabará bien este ejercicio, pero los hospitales pequeños no pueden hacer eso».

No hay dinero para todo lo que se ofrece, dice, con rotundidad, Roser Fernández, directora general de la Unió Catalana d'Hospitals, patronal que agrupa a 49 centros que son contratados por el Catsalut para que actúen como instalaciones públicas (Clínic y Sant Pau entre ellos). «Este país no puede mantener una sanidad que lo ofrece todo gratis, para todo el mundo y siempre -afirma Fernández-. Habrá que ser valiente y explicar a los ciudadanos que la capacidad de los centros para absorber toda la demanda se ha agotado. Es necesario revisar la cartera de servicios ». «O en el 2011 se toman decisiones -prosigue-, o se pondrá en peligro todo el sistema. Hay que analizar qué programas son válidos en relación a lo que cuestan y decidir si todos deben ser financiados al 100%».

MENOS PRUEBAS / Lo único que no se ha alterado hasta ahora es el protocolo de atención sanitaria ante cada enfermedad. «La asistencia del Clínic se desarrolla con normalidad, como en la mayoría de los hospitales -asegura Belenes-. El Catsalut nos ha contratado un 3,21% menos de actividad, que para nosotros significa 12,5 millones de merma en el 2010, pero lo compensamos reduciendo horas extras, suplencias y viajes».

Gestores y médicos coinciden en que tal vez ha llegado el momento de revisar la cantidad de pruebas diagnósticas que financia la sanidad pública, una cifra que ven desorbitada. «Estamos ante una buena oportunidad para reducir la cifra de pruebas que encargamos, eliminando las innecesarias -propone Xavier Castells, exdirector médico del Hospital del Mar-. Y lo mismo ocurre con los servicios de urgencia: los españoles los frecuentan cinco veces más que los ingleses y los suecos».