Análisis

Contaminar es fácil y sale barato

José Luis Gallego

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Las agresiones al medioambiente siguen resultando demasiado frecuentes en nuestro país. Vertidos ilegales a los ríos, abandono de residuos tóxicos, contaminación de acuíferos, acoso a las especies autóctonas y destrucción de sus hábitats, vertederos ilegales, negligencias con resultado de incendio, uso de venenos en el campo... El catálogo de ataques directos al entorno es tan extenso como variado, y casi siempre con consecuencias muy graves para el medioambiente. Pero lo más triste es que, la mayoría de las veces, esos ataques al patrimonio común que representa nuestra naturaleza y los recursos que alberga resultan impunes.

Parece como si la Administración fuera incapaz de plantarle cara a quienes andan por ahí tiznándonos el aire de negro, enturbiándonos las aguas, quemándonos los bosques o sembrando el paisaje que nos rodea de escombros. En ese sentido, lo que recoge en su escrito de denuncia la fiscalía de medioambiente es solo una pequeña muestra de lo mucho que está pasando ahí fuera. Menos que antes, es cierto, pero todavía demasiado.

De hecho, buena parte de las denuncias de la Comisión Europea contra el Reino de España ante el Tribunal de Justicia en Luxemburgo tienen su origen en el incumplimiento de las directivas comunitarias en materia de medioambiente: conservación de hábitats y especies, tratamiento de aguas residuales o vertido de residuos industriales...Tanto es así que España figura como uno de los principales infractores de la legislación ambiental comunitaria. Y no pocas de esas infracciones se cometen en Catalunya.

La conciencia ecológica avanza a pasos agigantados entre la ciudadanía. Cada vez somos más los que separamos las basuras en casa, realizamos acciones individuales para ahorrar agua o hacer un uso más eficiente de la energía, vamos a comprar con nuestro capazo o apostamos por el transporte público en lugar de usar el coche. Sin embargo, la Administración parece carecer de esa sensibilidad por el medioambiente. De lo contrario, ¿cómo es posible que la custodia de nuestros recursos naturales avance tan solo a golpe de expediente administrativo? ¿Por qué resulta tan fácil y sale tan barato agredir a la naturaleza?

Es imprescindible establecer un sistema de vigilancia más serio, dinámico y riguroso. Un mecanismo de control que vaya acompañado de unas sanciones mucho más elevadas, para que ejerzan un efecto de verdad disuasorio. De lo contrario, las agresiones al entorno no van a dejar de sucederse, porque contaminar seguirá resultando más rentable que adaptarse a las normativas. Sobre todo en estos momentos, cuando ante la grave crisis económica caigamos en el error de fomentar la productividad a cualquier coste, y de eso del desarrollo sostenible ya hablaremos más adelante.

Porque, no lo olvidemos: los recursos naturales son nuestro mayor patrimonio, y el legado más importante que podemos transferir a las generaciones venideras.