efectos colaterales de una investigación judicial

Bares de Santa Coloma pierden clientes tras el 'caso Pretoria'

Mesas y pasarasoles de una terraza de bar de la plaza de la Vila junto al Ayuntamiento de Santa Coloma.

Mesas y pasarasoles de una terraza de bar de la plaza de la Vila junto al Ayuntamiento de Santa Coloma.

DAVID PLACER
SANTA COLOMA DE GRAMENET

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Hasta que explotó la operación Pretoria, en octubre del año pasado, varios grupos de gerentes, cargos medios y técnicos mantenían una constante afluencia a los bares y locales de la plaza de la Vila en Santa Coloma de Gramenet. Eran reuniones frecuentes, la mayoría de trabajo, y garantizaban un cierto movimiento de consumidores en los locales. Pero tras la investigación del juez Garzón que terminó con la salida del ayuntamiento del exalcalde Bartomeu Muñoz y la imputación de sus tres gerentes y el responsable de Urbanismo, el ambiente cambió.

«Algunos cargos medios venían al local hasta cinco veces por día. Había departamentos que tenían muchas reuniones aquí. No sé por qué razón preferían reunirse aquí que en los despachos. Pero desde que pasó lo de Pretoria es diferente. El que antes venía cinco veces, ahora viene una. Y los que ya no trabajan en el ayuntamiento no han aparecido más», cuenta Paco Molina, propietario del bar El Nou Carrer, a escasos metros del ayuntamiento. El local, como los del resto del entorno, tiene una clientela que mayoritariamente trabaja en el consistorio.

Los trabajadores municipales y los cargos técnicos solían acudir allí para desayunar, tomar un café o merendar. También lo hizo Luigi, el presunto cerebro de la trama, con algunos de los imputados que trabajaban para el gobierno local. Pero con la llegada de la alcaldesa Núria Parlon, la situación cambió. «Siguen viniendo, pero con una frecuencia menor: a tomarse algo por la mañana o por la tarde», agrega el encargado.

Cerca del ayuntamiento, otro restaurante, el conocido Casa Pepe, también ha notado el mismo fenómeno. «Hemos perdido unos 15 clientes. Los que se fueron del ayuntamiento no los he visto nunca más. Y algunos que siguen trabajando también han dejado de venir. No nos afecta demasiado porque el restaurante es grande y conocido y hemos podido recuperar con otros clientes», asegura uno de los encargados del local.

Los responsables de algunos establecimientos creen que, por tratarse de la empresa que emplea a más personas en la ciudad, cualquier cambio interno en el ayuntamiento puede pasarles factura. Pero los propietarios de otros locales donde suelen acudir los trabajadores rasos creen que la crisis ha afectado más que elcaso Pretoria y que hasta los funcionarios, que no temen perder su empleo, han recortado su consumo.

El amo de El Nou Carrer se ha atrevido a bromear con la alcaldesa: «Le dije que desde que ella llegó, sus trabajadores vienen menos y el negocio va peor, y se rió».