entre el terremoto político y el suflé

El tictac de Podemos

IOLANDA MÁRMOL / JUANCHO DUMALL / MADRID / BARCELONA

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Luces y sombras se mezclan en el equipaje de un partido que puede tocar la gloria, como auguran los sondeos, o empantanarse en las arenas movedizas de los escándalos opacos de sus dirigentes. Los de Pablo Iglesias pulsan el cronómetro contra el PP, pero, conscientes o no, viven también con un temporizador interno.

Hace apenas dos meses, uno de los colaboradores más estrechos del presidente del Gobierno se vanagloriaba de no haber escuchado aún ninguna intervención del secretario general de Podemos como si se alejara así de algo vulgar, ordinario e intrascendente. En la misma línea de ninguneo, el líder del PSOEPedro Sánchez, aseguraba sin empacho en diciembre que el partido lila «ya ha tocado techo». La historia dirá si estaban en lo cierto, pero, de momento, en la historia inmediata, la que se escribe en los periódicos, los politólogos y las encuestas aseguran que no hay factores reales para subestimar a Podemos: han venido para quedarse. «Podemos no es un suflé, ya que canaliza expectativas y malestar a partes iguales, y eso no es volátil ni va a desaparecer», señala Salvador Martí Puig, profesor de Ciencia Política de la Universitat de Girona. Para el politólogo Carlos Carnicero Urabayen, «Podemos debe demostrar que no solo es un castigo para una élite fallida, sino también una solución confiable. No es lo mismo ser un partido protesta que un partido propuesta».

EXHIBICIÓN DE MÚSCULO

El partido de Pablo Iglesias arranca el año electoral con el espaldarazo de los buenos resultados en los sondeos -la semana próxima debería publicarse el nuevo barómetro del CIS- y con la exhibición de músculo político en la multitudinaria manifestación de ayer en Madrid. Pero la carrera electoral empieza, también, con aguijonazos en su contra y con las maniobras 'below the line' de los partidos tradicionales, que, seriamente acorralados por las encuestas, han decidido tirar de la anilla.

El primer campo de batalla va a ser Andalucía. La presidenta, Susana Díaz, consigue con el adelanto electoral para el 22 de marzo dejar a Podemos sin tiempo para articularse internamente. Para mayor dificultad, Podemos se enfrenta a sí mismo en esta autonomía, con la elección de candidato. Si bien la eurodiputada Teresa Rodríguez -del sector crítico- ya ha anunciado que se presentará en las primarias del 8 de febrero para concurrir a las elecciones andaluzas, el sector de Pablo Iglesias estaría barajando apoyar otro nombre.

En Catalunya, el escenario también es complejo. El secretario general de Podemos enfrió la relación con la CUP en su discurso en Barcelona, y ahora el partido baraja el acercamiento a fuerzas como Procés Constituent para integrar determinados nombres bajo las siglas de Podem en las autonómicas. El partido lila ha explicado que su eje programático es un plan de rescate ciudadano para los catalanes. Y al dejar en segundo plano la cuestión soberanista, algunos sectores le reprochan ambigüedad. Otra de las grandes críticas a Podemos es la falta de un programa detallado, especialmente en materia económica. «Ningún partido en campaña explica su proyecto -apunta Martí Puig-. Ahora bien, Podemos tiene el reto de empezar a convencer al electorado a través de la razón, no solo por el corazón».

GRANADA SIN ESPOLETA

El caso de Juan Carlos Monedero, el número tres de Podemos, es otra granada sin espoleta que puede explosionar en cualquier instante y dañar severamente la imagen de honestidad de una fuerza política que ha hecho bandera de la lucha anticorrupción. El cofundador del partido no ha conseguido explicar la fiscalidad de su sociedad, Caja de Resistencia Motiva-2, al facturar a gobiernos latinoamericanos por diversos trabajos de asesoría política por los que percibió 475.000 euros. Monedero no ha presentado las facturas, ni ha mostrado los informes que habría elaborado, opacidad que alimenta el escándalo. El PP y el PSOE han sugerido la posibilidad de que Podemos esté financiado irregularmente y la facción ortodoxa de IU habla de «dimisión».

Ni siquiera la intervención televisiva de Pablo Iglesias defendiendo a Monedero surtió efecto, sino al contrario: el líder apareció crispado y no supo dar explicaciones convincentes. ¿Puede dañar el 'caso Monedero' a la credibilidad de Podemos? Carnicero Urabayen cree que sí: «Es verdad que comparado con los escándalos de corrupción de los grandes partidos, es algo insignificante. Pero como precisamente Podemos defiende una narrativa pueblo-casta, según la cual el pueblo (que ellos representan) tiene unas virtudes fuera de duda y la casta está podrida, estos episodios son una contradicción con su discurso. Si pretenden representar una ética superior, deberán de ser impecables con sus conductas individuales».

A los estrategas de Podemos no se les escapa que necesitan desactivar cuanto antes ese tictac interno, pero en el partido lila todavía queda mucho por construir y hay decisiones que se improvisan por falta de tiempo, de experiencia o de recursos en equipos de colaboradores que están desbordados.

PULSIÓN DE CAMBIO

Aun en ese escenario, Podemos cuenta con un activo intangible que puede ser la llave del poder: la fuerte pulsión de cambio en la sociedad. «Paradójicamente, la mayor amenaza para el crecimiento de Podemos es el miedo que genere en mucha gente la posibilidad de que puedan ganar. Es decir, hay quienes les querrán votar para propiciar un shock al sistema, pero no para confiarles la solución de sus problemas», afirma Carnicero.

La nueva fuerza ha sabido capitalizar la indignación de miles de ciudadanos hastiados de la crisis y la corrupción con un discurso populista que ha traducido la complejidad del escenario político y económico en conceptos sencillos, comprensibles y preparados para ser reproducidos por cualquiera en la barra del bar o la paella familiar del domingo. En Podemos llaman a esto dar la realidad «masticada». Podemos ha tejido una identidad propia, un sentimiento de pertenencia frente a un enemigo injusto y cruel que, por primera vez en la crisis, tiene caras concretas: la casta (PP y PSOE) y la troika (Merkel y el BCE).

El partido de Iglesias siente que Grecia ya ha dado el primer paso para luchar contra ese enemigo, pero en su fuero interno teme que el Gobierno de Syriza no tenga suficiente peso para forzar a la UE a un cambio de las reglas de juego. «El éxito o el fracaso de Syriza en los próximos meses determinará en cierta medida la credibilidad del proyecto de Podemos», afirma Carnicero. Y Martí Puig añade: «Las dificultades de Syriza serán también un pasivo para ellos. En todo caso, hoy las fotos de Iglesias y Tsipras son más inspiradoras que las de Rajoy y Samarás».