DESEMPLEO

"Solo pedimos un trabajo"

Cuatro desempleados debaten sobre la situación política actual y coinciden en que cuando las cosas van mal, y para los miles de parados van mal desde hace años, se impone un cambio

INMA SANTOS HERRERA / BARCELONA

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En el 2009, cuando la crisis era una cosa de hipotecas basura en EEUU, en la Generalitat gobernaba José Montilla, en la Moncloa residía José Luis Rodríguez Zapatero y aún faltaba un año para la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, Maria Antònia Gómez (55 años, de L'Hospitalet de Llobregat) se quedó en paro. La empresa en la que trabajaba de administrativa cerró, y fue ella la que se hizo a sí misma la liquidación. Desde entonces, muchas cosas han cambiado: estalló la peor crisis económica conocida, Mariano Rajoy (con su reforma laboral y sus recortes) se mudó a la Moncloa, a la Generalitat llegó Artur Mas (con sus recortes y con su convocatoria de tres elecciones en cinco años) y en Catalunya se ha pasado de esperar un fallo del Constitucional a unas elecciones autonómicas que son plebiscitarias sobre la independencia. Algo, no obstante, permanece invariable en la vida de Maria Antònia: ella sigue en paro. No está sola: su marido se quedó sin trabajo en febrero después de que bajara la persiana la sastrería Deulofeu, otra víctima del cierre de comercios emblemáticos en Barcelona.

SIN INGRESOS

Los desempleados suelen ser uno de los temas estrella de cualquier campaña electoral, ya sea como arma arrojadiza entre candidatos, ya sea como promesa. Sin embargo, esta vez, como sucede a tantos otros asuntos, la independencia (o no) de Catalunya los deja fuera de foco, pese a que las cifras de la EPA hablan de 726.200 personas en paro en el segundo trimestre y de 257.700 hogares en Catalunya en los que no entra ningún ingreso.

Los cuatro desempleados citados por EL PERIÓDICO se lo toman con una mezcla de fatalismo y resignación, por algo los parados suelen compartir decepción y desconfianza hacia los políticos. Jordi Fernández (Barcelona) tiene 60 años, lleva tres y medio en paro, y describe una situación que a muchos les resultará familiar: "Me he seguido formado sin parar y he llamado a todas las puertas. Siempre la misma respuesta: no". Francesc Bosch (Vilassar de Mar) tiene 26 años y ya lleva uno en paro. Cursó informática y un ciclo superior de prevención de riesgos laborales. Ha trabajado en hostelería, comercio, mantenimiento... "De lo mío, nada, excepto las prácticas, y en qué condiciones". Sergi Serra (40 años. Badalona) trabajó el pasado agosto cuatro días. Lo normal, en su caso: trabajaba de camionero cuando se quedó en paro en el 2010, y a partir de entonces «la más absoluta precariedad»: "Tras dos años sin trabajo, en el 2012 tuve la suerte de caer en una ETT». Su suerte se resume en contratos de cuatro horas y de corta duración (meses o días). Por eso Sergi sigue viviendo en casa de su madre. «¿Algún día podré independizarme, tener hijos?", se pregunta.

UN CAMBIO

Esta es la independencia que más preocupa a Sergi. Lo cual no quita que, cara al 27-S, haya decidido poner sus esperanzas en un cambio, y eso significa apoyar la ruptura que defienden Junts pel Sí y la CUP, pese a la desconfianza que le generan ciertos candidatos independentistas. A Maria Antònia le sucede algo parecido: también deposita esperanzas en el discurso independentista aunque no comulga por completo con él y echa en falta más información sobre la gestión y más preocupación por el bienestar social, "No será una solución inmediata en la que de repente todo el mundo tendrá trabajo y un salario mínimo, y el que lo piense es un iluso; será un trabajo largo", argumenta Maria Antònia, que dice que a su edad no tiene «ninguna posibilidad» de encontrar trabajo. Cuando las cosas van mal, algo hay que hacer para cambiar. Este argumento favorable al sí cala profundamente en muchas capas de la sociedad catalana, aquellas que hacen cuentas con balanzas fiscales y usan la palabra 'expolio'.

La otra cara de la moneda es otro de los argumentos de la conversación política en esta campaña: cuando las cosas van mal desde el punto de vista económico y social, lo prioritario no son las banderas sino solucionar los problemas que generan tanto sufrimiento a tantos. "No cobro ninguna prestación porque mi mujer, tras años en paro, ha conseguido un trabajo, cobra 1.000 euros brutos y con eso consideran que ya es demasiado para recibir ninguna ayuda", cuenta Jordi, que al igual que Maria Antònia se encuentra en esa franja de edad, la de los que superan la cincuentena, en la que un empleo se asemeja a una quimera. Jordi ve mucho movimiento para continuar donde estamos: "Y en este proceso de independencia ¿quién lo va a pasar mal en Catalunya? Los que ya lo estamos pasando mal", se pregunta y se responde.

ALLÍ, AQUÍ

Francesc, representante de esos jóvenes que no saben ni por dónde empezar a construir su vida, lo ve de forma parecida: "En una Catalunya independiente o con más autogobierno seguiría primando el interés de unos pocos". En la discrepancia, coinciden en señalar a responsables: los políticos, tanto los de allí --"nos han ahogado económicamente", dice Maria Antònia-- como los de aquí --"no les ha dado la gana de sentarse y buscar soluciones a los problemas sociales, dejando de lado sus intereses", opina Jordi--. Lo que les piden tras el 27-S es lo mismo: diálogo, soluciones reales. Y, por supuesto, trabajo.