Rajoy emplaza a Mas a no plantearle «debates absurdos»

Mariano Rajoy pasa revista en la escuela naval de Marín (Pontevedra), ayer.

Mariano Rajoy pasa revista en la escuela naval de Marín (Pontevedra), ayer.

XABIER BARRENA
BARCELONA

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Después de acordar que se reunirían y que la cita no se guardaría en secreto, sino que se harían públicos el día y la hora, Mariano Rajoy y Artur Mas siguen jugando sus cartas antes de verse las caras. Ambos presidentes quisieron dejar claro ayer que sus posiciones no han cambiado, que no hay cesión alguna. El presidente del Gobierno lo hizo en público, negando que en ese encuentro vaya a abordarse ninguna reformulación de la pregunta, y emplazando a Mas a que no le plantee «debates absurdos». El presidente de la Generalitat lo hizo en privado, telefoneando a los líderes de los partidos que integran el frente del 9-N para prometerles que no romperá el consenso.

Ambos gestos se produjeron a colación de lo que el presidente catalán manifestó el martes en una entrevista a un medio económico extranjero, en la que reiteró que si el Gobierno central planteaba una tercera vía, el debate de la pregunta se podría reabrir y negociar. No puede decirse que la respuesta de Rajoy tome por sorpresa al Ejecutivo catalán. El mismo martes, sin ir más lejos, el conseller Francesc Homs ya afirmó que si alguien cree que «menospreciando al president va a conseguir solucionar el asunto [de la consulta], se equivoca».

Es decir, las palabras de Mas sobre renegociar la pregunta deben de ser entendidas como una muestra del talante negociador de la parte catalana, y no como una insinuación de que Mas quiera proceder unilateralmente, como cuando el Estatut del 2006. En aquella ocasión, y de manera discreta, el entonces jefe de la oposición en el Parlament se plantó con su vehículo en la Moncloa y cerró las partes aún sin acuerdo del Estatut, singularmente la financiación. Eso es, ahora, una pantalla pasada.

PACTO DE LA CONSULTA / Para reforzar esa imagen, en las últimas semanas y meses, el propio Mas y su equipo se han encargado de hacer llegar, tanto al resto de partidos del pacto por la consulta (ERC, ICV-EUiA y la CUP) como a la propia opinión pública, que cualquier gran decisión que ataña al 9-N sería tomada a cuatro. Es el caso del famoso plan B (por ejemplo, la convocatoria de unas elecciones autonómicas) que debe salir del cajón en el presumible caso de que la consulta no se pueda llevar a cabo.

Es momento, pues, de gestos. Por ejemplo, el que Mas tuvo ayer, siempre en esta línea, con Oriol Junqueras, Joan Herrera y David Fernàndez. El president realizó un carrusel de llamadas a los líderes de Esquerra, ICV y la CUP, que horas después remató con Josep Antoni Duran Lleida, para «tranquilizarles», según fuentes de uno de los partidos interpelados, y explicar que no tomará decisión unilateral alguna.

En las breves conversaciones, Mas y sus interlocutores también coincidieron en augurar que la reunión no dará ningún fruto. Y es que las posiciones de partida son tan alejadas que parece difícil pensar en un acercamiento. Y ni Rajoy puede dar pie a que los barones territoriales del PP y su propio entorno mediático le afeen que se doblega ante Mas -esta misma razón puede ayudar a entender su renunciencia a reunirse en secreto-, ni Mas puede dar un paso sin contar con sus socios.

«REINVENTAR EL ESTADO» / El Gobierno central, además, hizo ayer otro gesto. Una especie de nuevo aviso a los que esperan una propuesta que sea lo suficientemente atractiva para parte del soberanismo como para que abandonen sus postulados secesionistas. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, rechazó embarcarse en una «reinvención» del Estado [donde cabe situar las propuestas federales de PSC y PSOE] para calmar las ansias independentistas catalanas, y descartó dotar a la comunidad de un marco fiscal propio. Es decir, nada ha cambiado para el Gobierno desde que, en septiembre del 2012, Rajoy rechazó el pacto fiscal que le proponía Mas.

De hecho, Montoro, en The Wall Street Journal, aseveró que un régimen fiscal propio para Catalunya no ayudaría necesariamente a la economía de la comunidad. Con todo, el ministro ve margen para el acuerdo. O mejor dicho, no ve margen para el no acuerdo: «Hay que llegar a un entendimiento como pasa en muchas parejas. 'Mira, tú haces tu vida, pero no te conviene separarte. Nos llevamos regular, llevamos siglos así, pero nos queremos lo suficiente porque nos interesa estar juntos'».

ECOS DEL MANIFIESTO / Los agentes externos, tanto del lado del soberanismo como del constitucionalismo, son agentes de suma importancia en este proceso. Como muestra un botón. El secretario general del PP en el Congreso, José Antonio Bermúdez de Castro, sostuvo ayer que el manifiesto Libres e Iguales, suscrito por una cincuentena de personalidades, entre ellas el premio Nobel Mario Vargas Llosa, refuerza la posición del Gobierno ante el reto soberanista y, en particular, la negativa del jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy, de negociar cualquier asunto que se acerque, siquiera someramente, a una consulta de autodeterminación.