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El voto "esquizofrénico" sacude las encuestas

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IOLANDA MÁRMOL / MADRID

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La noche del 26-J26-J, los expertos en sondeos electorales se echaron las manos a la cabeza. Habían fallado estrepitosamente. Todavía ahora no se han repuesto del varapalo que significó para su reputación ver que el anunciado ‘sorpasso’ de Podemos sobre el PSOE fue una profecía incumplida: los socialistas consiguieron 85 diputados y los morados se estancaron en 71. Los responsables de las cuatro empresas demoscópicas de referencia en España -Metroscopia, GAD3, Sigma 2 y MyWord- se reunieron esta semana en Madrid para analizar dónde estuvo el error y qué fiabilidad tienen sus estudios a partir de ahora. 

A la segunda cuestión responden sin complejos: son incapaces de medir con seguridad la intención de voto. No pueden, alegan, porque se han quedado sin claves imprescindibles. No saben si, efectivamente, el PP ganará por mayoría absoluta en Galicia este domingo. Y cuando les preguntan por las terceras elecciones, reconocen abiertamente que no podrían averiguar el resultado. “Va a ser imposible saberlo. Cada vez vamos a fallar más”, admite Narciso Michavila, sociólogo electoral y responsable de GAD3. “¿Nos vamos a equivocar? Claro. Mucho”, reconoce Belén Barreiro, de MyWord. El presidente de Metroscopia, Juan José Toharia, admite el error del 26-J pero entiende que es una “culpa” que no les corresponde asumir. “Nunca hemos dicho que vayamos a predecir el futuro, describimos estados de ánimo”, alega.

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Todos coinciden en que hay un factor determinante que resta confianza a sus sondeos: el comportamiento de los votantes de Pablo Iglesias. “El error gordo del 26-J es Podemos. Estimamos mal. Los jóvenes nos decían que les iban a votar masivamente y les creímos”, reconoce Barreiro, quien plantea que tres meses después ese electorado sigue siendo imprevisible. Por varias razones. La primera, es la juventud, asociada a un estilo de vida menos ordenado que los mayores, que el domingo desayunan y votan. La segunda, y más desconcertante, es que la evolución del voto morado parece una montaña rusa, con subidas y bajadas de hasta 10 puntos en un par de semanas. “No hubo solución el 26-J y no la vamos a tener en las terceras. No me veo capaz de entender al votante de Podemos, porque cambia constantemente, es un fenómeno muy exaltado, lo observamos como a un esquizofrénico”, justifica la responsable de MyWord.

SIN SERIES HISTÓRICAS, IMPOSIBLE ACERTAR

Los sociólogos saben que los electores sesgan las respuestas que dan a los encuestadores, de forma que aplican sus propios filtros, la denominada ‘cocina’, para ponderar los resultados. Con el PP y el PSOE lo pueden hacer porque disponen de series históricas que les permiten ajustar los datos. Por ejemplo. A la intención de voto reconocida a los populares le suman varios puntos, conscientes de que hay una parte de la población que siente vergüenza de admitirlo. Es el voto oculto, hasta ahora conservador pero que podría estar afectando también al elector socialista.

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El problema es que ni con Podemos ni con Ciudadanos disponen de encuestas históricas. Hasta junio no se dieron cuenta de que a los morados les sucede lo contrario que al PP: el voto está sobrerepresentado en las encuestas. ¿Cómo ajustan ese sesgo? No lo saben. “Ahora mismo Podemos cae en voto bruto. Pero seguimos sin tener series históricas, así que es muy complicado averiguar qué va a ocurrir”, coincide Toharia. “En los partidos emergentes no tenemos pasado que nos ayude a predecir el futuro”, resume Barreiro. 

LO VALIOSO DE LOS CUALITATIVOS

Las encuestas, sin embargo, siguen siendo útiles en otros ámbitos . En el PP reconocen que elaboraron la campaña del 26-J tras destripar los microdatos del CIS postelectoral del 20-D y con análisis cualitativos (entrevistas a fondo) que encargaron a Sigma 2. Fuentes responsables de la estrategia de los conservadores explican que esos datos fueron clave para plantear la contienda. Descubrieron que había electores que simpatizaban con el cambio pero que sentían inquietud ante determinadas actitudes de Podemos, de modo que decidieron plantear la campaña en el eje orden frente a caos. Y funcionó.

Lo admiten los populares y, también, Podemos. “Aprendimos con Esperanza Aguirre cuando se enfrentó a Manuela Carmena. Decidimos no citarles. No citábamos a Podemos. Ni Venezuela, ni Irán. Hablábamos de los radicales para fijar el eje sin polarizar como ellos querían”, explican responsables de la campaña del PP. Estudiaron qué franjas de edad eran más permeables a sus mensajes. Qué parte de Podemos despertaba más miedo, qué palabras generaban desconfianza, y con ese material construyeron una estrategia con la que ganaron 14 escaños del 20-D al 26-J.